miércoles, 30 de diciembre de 2009

DOMINACION IMPERIALISTA EN COLOMBIA


Capitulo Segundo. De la revolución democrática a la dominación imperialista en Colombia
Los historiadores modernos del siglo XIX en Colombia tienden a adoptar una posición lastimera respecto de las profundas y agudas luchas que enfrentaron al partido liberal y al partido conservador o a sus fracciones, sobre todo después de promulgada la Constitución de Rionegro. En esta posición continúan indudablemente la tradición sentada por Núñez, quien, hábilmente, explotó el sentimentalismo, el romanticismo, la sensiblería y la obsesión del orden por el orden que se apoderó de tantos colombianos pero, en especial, de los más recalcitrantes y sectarios conservadores (1). Quienes no adoptan una posición lastimera, consideran las guerras civiles simples contiendas caudillescas, inútiles enfrentamientos familiares, inconscientes pugnas utilizadas por manzanillos sin principios (2). Ni Núñez que defendía la implantación del orden ni sus adversarios que propiciaron una nueva guerra para derrotar la "Regeneración, interpretaron las guerras civiles en su verdadero significado. Ellas no fueron sino la expresión de una profunda lucha que inició la revolución de independencia y se prolongó en formas distintas a todo lo largo del siglo XIX. Ese proceso fue el de la revolución democrática en Colombia.
1. El proceso histórico del siglo XIX en Colombia
Todo el esfuerzo de los autores de la "nueva historia" en su interpretación del siglo XIX se reduce a desvirtuar por completo la contradicción entre terratenientes y comerciantes. Tirado Mejía, al hacer notar que los comerciantes se vincularon a la tierra después de la Constitución de Rionegro, señala: "Sería interesante revisar el manido concepto de lucha entre comerciantes y terratenientes a mediados del siglo XIX, a propósito del asunto del libre cambio, y preguntar dónde podía estar el interés de los terratenientes en que no se importaran los artículos de lujo para su consumo y en que hubiese aranceles que gravaran la exportación de productos agrícolas" (3). En este sentido, las causas que aduce Tirado para explicar las guerras civiles son las mismas que ya conocen todos los textos de historia tradicional popularizadas por el de Henao y Arrubla. Unas veces las divergencias religiosas, otras los conflictos de familias, otras las ambiciones personales de los caudillos. Para Tirado la división entre "un liberalismo progresista expresión de los intereses de la burguesía comerciante o industrial, y conservatismo retardatario, expresión de los latifundistas", no es sino una mecánica transposición de la problemática europea. Por eso añade: "a partir de mediados del siglo XIX, toda oposición antagónica entre comerciantes y terratenientes perdió razón de ser" (4). Para Tirado la contradicción es entre una clase dominante "a la vez terrateniente, comerciante, burocrática y especuladora empotrada en dos partidos, el liberal y el conservador", y un pueblo compuesto de esclavos, artesanos y campesinos. En el tope un pequeño grupo de familias que adoptaron ideas europeas por gustos ideológicos y porque no pugnaban con sus intereses. Y cuando interpreta la alianza de conservadores y liberales contra Meló y la masacre subsiguiente de gente del pueblo exclama: "Fue éste el inicio de una práctica reiterada del Frente Nacional expresada en la unión de oligarquías liberales y conservadoras contra las acciones populares" (5). Y concluye: "El llamado problema religioso fue el real punto de separación entre el liberalismo y el conservatismo", lo cual coincide con la posición del ideólogo conservador, Marco Fidel Suárez que dice: "entre nuestros partidos históricos y tradicionales la diferencia sustancial y específica es de índole religiosa’’ (6).
Ni los artesanos, ni los campesinos, ni los esclavos dirigieron la revolución democrático-burguesa en Colombia en el siglo XIX. No la podían dirigir. Lo que estaba en el terreno de la lucha en Colombia y en el mundo entero era el ascenso del capitalismo, proceso revolucionario que dirigía la burguesía y no podía ser dirigido sino por ella. La revolución de los comuneros, la revolución de independencia y las luchas del siglo XIX durante la república hicieron parte de esta lucha del capitalismo ascendente contra el feudalismo decadente, no importa que tomara formas peculiares en cada país o cada región. Los sectores más avanzados ideológica, política y económicamente tenían claro desde finales del siglo XVIII en la Nueva Granada cuáles eran los objetivos de esa revolución que debían implantar en Colombia el capitalismo. Pedro Fermín de Vargas defendía la necesidad de una reforma agraria revolucionaria contra los terratenientes y contra las tierras de la Iglesia inmovilizadas, como la que había llevado a cabo Enrique VIII en Inglaterra (7). José Ignacio de Pombo se levantaba contra todas las trabas que impedían el desarrollo de la agricultura y del comercio y daba la formulación exacta de las exigencias de la revolución democrática en Colombia: "...para dar un verdadero impulso a la agricultura, y al comercio, que es un agente, era necesario remediar varios males, quitar muchas trabas e inconvenientes, y remover diferentes obstáculos, físicos, morales y políticos que se oponen a su progreso..." (8). Antonio Nariño propone todo un plan de acción en el mismo sentido, como un programa revolucionario cuyos objetivos económicos coincidan con la reforma agraria, la reforma del régimen tributario, la eliminación de los monopolios, la libertad de comercio (9). Quienes esto proponían, no eran sino los precursores de la revolución de independencia y sus mentores ideológicos. Pero después de la toma del poder y de la independencia de España, Castillo y Rada entre 1821 y 1825 inicia el proceso de estas reformas revolucionarias que ponían las bases del desarrollo capitalista en nuestro país. Tomás Cipriano de Mosquera en su primera presidencia con la inspiración de Florentino González derrumba el régimen fiscal de la Colonia. Como fruto de su levantamiento contra Ospina Rodríguez, Mosquera toma una de las medidas más revolucionarias de todo el siglo XIX, la desamortización de bienes de manos muertas, inicio de la reforma agraria burguesa que habían exigido los más avanzados dirigentes de la revolución (10). Antes José Hilario López había dado fin a la esclavitud y eliminado los resguardos. Todas estas reformas y muchas más con el mismo contenido abrían paso al capitalismo que era lo más avanzado, lo más progresista, lo más revolucionario de la etapa que vivía el mundo. Por esta razón la polémica y la lucha alrededor de los tres problemas más agudos de todo el siglo XIX, el régimen fiscal de la Colonia, la tenencia de la tierra y el libre comercio es lo que define el curso de la historia colombiana.
La clase que dirigió este proceso en Colombia fue la burguesía comercial y no la burguesía industrial como en Europa y Estados Unidos, porque simplemente no existía la industria capitalista. Lo que define el tipo de intereses que defienden los dirigentes, son los hechos, las medidas adoptadas, la ideología que afirman con sus actitudes. Tirado ataca a Mosquera porque era de una familia aristocrática, poseía tierras y era hermano del Arzobispo Primado de Bogotá. Pero olvida un hecho protuberante, y es el de que Mosquera expulsa a su hermano por no someterse a la reforma agraria que está impulsando. Mosquera fue un típico revolucionario burgués con defectos de ambición personalista y caudillismo, pero siempre consecuente con sus principios y. por esa razón, resultó tantas veces enfrentado a amigos y presuntos copartidarios, inconsecuentes con los objetivos de la lucha democrática. Ahora bien, los terratenientes podían haberse beneficiado inicialmente con las medidas de libre comercio que favorecían sus exportaciones, de la misma manera como se beneficiaron con la independencia y, por esa razón, un amplio sector de esa clase, la apoyó. Pero Tirado pasa por alto que el comercio tiene efectos sobre la descomposición del artesanado y del campesinado, presiones sobre la tenencia de la tierra que los terratenientes no pueden aceptar porque atenta contra sus intereses. Además, es verdaderamente ingenuo afirmar que en el siglo XIX no hubo sino una clase dominante que era a la vez terrateniente, comerciante y burocrática. ¿A qué se debió entonces la lucha por el poder? Tirado ignora el hecho de que la burguesía comercial no es una clase cuyos intereses estén plenamente ligados al desarrollo capitalista. Pueden llegarse a beneficiar de la exportación de los terratenientes o de un desarrollo industrial. El capital comercial surge antes del desarrollo pleno del capitalismo, es la forma antediluviana del capital y, por tanto, no exige, como si lo hace el capital industrial antes de la etapa imperialista, la eliminación del régimen terrateniente y la lucha política contra la clase terrateniente feudal. En Colombia, un sector de la burguesía comercial en la década del setenta del siglo pasado, aprovechándose de los bonos del Estado que poseía, invirtió en tierras y adquirió intereses iguales a los de los terratenientes. Más adelante examinaremos este fenómeno que tiene amplias repercusiones políticas para entender el proceso de la "Regeneración". De todas maneras, un sector de los comerciantes claudica en su lucha por el desarrollo capitalista. Otra cosa es considerar esta claudicación más bien como la inexistencia de dos clases antagónicas que componen los dos polos de la contradicción principal del siglo XIX. Y Tirado no comprende el proceso cuando señala que el Frente Nacional ya comienza con la alianza temporal que hacen los dos partidos, apenas en su proceso de conformación, contra el golpe militar de Meló en 1853.
La lucha por un comercio libre, por una reforma agraria antiterrateniente y contra el régimen fiscal de la Colonia expresaba en su forma más acabada el proceso de la revolución democrática que pugnaba por el desarrollo del capitalismo en el país. Los terratenientes se oponen sistemáticamente a este proceso, unas veces con razones económicas, otras con razones religiosas, otras con argumentos filosóficos, otras por medio de las armas. Los comerciantes, unas veces apoyan decididamente el proceso, otras veces vacilan o claudican. Lo que hay que examinar en cada momento del desarrollo histórico del siglo XIX, es qué fuerzas se colocan al lado de las medidas, los hechos y las ideas que favorecen los cambios radicales que promueven las premisas del capitalismo y qué fuerzas se oponen abierta o solapadamente. El problema religioso no es sino una expresión de esta lucha profunda que enmarca casi un siglo entero de nuestra historia. Lenin, en su resumen de El Capital, señala la importancia decisiva de estas condiciones, alrededor de las cuales giró en Colombia el siglo XIX: "Es premisa histórica para la aparición del capital, primero, la acumulación de determinada suma de dinero en manos de ciertas personas, con un nivel de desarrollo relativamente alto de la producción mercantil en general; y, segundo, la existencia de obreros ’libres’ en un doble sentido —libres de todas las trabas o restricciones puestas a la venta de la fuerza de trabajo y libres por carecer de tierra y de toda clase de medios de producción—, de obreros sin hacienda alguna, de obreros ’proletarios’ que no pueden subsistir más que vendiendo su fuerza de trabajo" (11). A los terratenientes no les convenía en el siglo pasado la descomposición de los artesanos y campesinos, porque perdían mano de obra sometida. A Núñez, por ejemplo, hay que juzgarlo a la luz de su oposición al proceso de proletarización que el libre cambio aceleraba y a la reforma agraria. Eso es lo que determina su carácter para la historia y no medidas secundarias en las que se enredan los modernos apologistas de la "Regeneración" (12).
Colombia era un país inmensamente atrasado al nacer su entrada al siglo XX, cuando ya los países más avanzados del mundo habían alcanzado las formas más desarrolladas del capitalismo y habían entrado en la fase imperialista. Desde finales del siglo XIX había comenzado a sentir los embates de las potencias imperialistas, como en el caso de la intervención de tropas norteamericanas en Panamá para apoyar el gobierno de Núñez contra la insurrección de Prestant (13). Colombia era un país estratégico en la lucha por la hegemonía mundial. Los Estados Unidos terminan apoderándose del istmo, sometiéndolo, concediéndole la independencia política y controlándolo económicamente. Fue este el primer zarpazo del imperialismo norteamericano contra la soberanía nacional. Era el aviso de que Estados Unidos enfilaba sus baterías contra nuestro país. Lo que lo convertía en un bocado apetecido por el imperialismo norteamericano en ascenso y en competencia con Europa, era su posición estratégica y su atraso económico. Las inversiones inglesas en Colombia a finales del siglo XIX no fueron suficientes para darle a Inglaterra el control efectivo sobre nuestra economía. Por su parte Estados Unidos se ampara en la doctrina Monroe para preparar las condiciones económicas y políticas que le permitan tomar el control de América Latina y salir triunfante en su lucha con Inglaterra y otras potencias europeas por la hegemonía del hemisferio. En ese momento la doctrina Monroe cambia de significado para los países latinoamericanos. Hasta la última década del siglo XIX, la doctrina Monroe significó la defensa de los países latinoamericanos ya independizados de España contra la interferencia y coloniaje europeos. Aunque su formulación original de 1823 ocultara secretas ambiciones de Estados Unidos sobre ciertos territorios del continente, especialmente aquellos que no habían definido todavía su independencia, no solamente estaba encaminada a obstaculizar el avance de Inglaterra y la amenaza de la Santa Alianza contra los países latinoamericanos, sino que en la práctica efectivamente los defendió del colonialismo inglés y europeo. En el debate que adelantó Uribe Uribe en el Congreso de 1896 contra el Ministro de Relaciones Exteriores de Caro sobre la cuestión cubana, hace una defensa de la doctrina Monroe y elabora un recuento de los hechos que se convirtieron en una defensa de la independencia latinoamericana y dice: "De manera que a la doctrina Monroe deben las repúblicas hispanoamericanas una segunda independencia, por cuanto tuvo efecto inmediato hacer abandonar a la Santa Alianza sus propósitos de intervención para reconquistarlas en favor de España. ¡Y esto lo ignora todo un Ministro de Relaciones Exteriores de Colombia!" (14). Y señala en los siguientes discursos los peligros que asediaban a estas naciones de parte de Inglaterra y cómo se defendieron amparados en la doctrina Monroe. Lo que no entiende Uribe es que para 1896, momento de su debate en el Congreso, Estados unidos empezaba a convertirse en un país imperialista que se lanzaba sobre Cuba, Puerto Rico, Nicaragua y Colombia, principalmente, y Uribe sale, entonces, en defensa de los intereses norteamericanos sobre el Canal de Panamá.
Quien ha popularizado la posición de que la doctrina Monroe fue imperialista desdé 1823, es decir desde su enunciado inicial es Indalecio, defendiendo la actitud pro británica de Bolívar en contraposición de la actitud independentista de Santander. Liévano, como sus seguidores de la "nueva historia", no consideran el cambio histórico que sufre el mundo después de 1880 y comprometen, en esa forma, la defensa de la independencia nacional. La no intervención de las potencias europeas después de la independencia le servia tanto a Estados Unidos como a las naciones latinoamericanas, porque Estados Unidos no era ni una nación poderosa, ni una potencia imperialista. Oponerse a la doctrina Monroe significaba ponerse en contra de la defensa de estos países y quedar del lado de Inglaterra (15). Inglaterra intentó en múltiples ocasiones sojuzgar a los países recién independizados y tomarse a Colombia. Sin embargo, nuestro país logra llegar a finales del siglo XIX con una independencia incólume. Ni el comercio con Inglaterra ni el insignificante endeudamiento externo del siglo XÍX le dieron a ese país el control sobre Colombia,. Las exportaciones, casi siempre superaron a las importaciones y durante varios años Colombia comerció mas con Alemania que con la misma Inglaterra. Y después de los créditos de la revolución de independencia, Colombia no hizo sino renegociar esa deuda con Inglaterra, sin aumentar significativamente su endeudamiento (16). Colombia, en el siglo XIX, nunca perdió su independencia después de 1820.
El signo que define la historia de Colombia en el siglo pasado es el proceso de la revolución democrática dirigida por los comerciantes. Ante todo, porque la historia nacional se inscribe dentro de ese proceso general de la revolución democrático-burguesa que vivía el mundo. En segundo lugar, porque desde el punto de vista económico y político los objetivos de la revolución nacional coinciden con los objetivos de la revolución mundial, a saber, el desarrollo del capitalismo y la implantación de un régimen de república democrática burguesa. En tercer lugar, porque las principales luchas que tienen lugar en el país surgen por motivo de las divergencias en torno a los objetivos fundamentales de la revolución. A diferencia de la revolución democrática en Estados Unidos, por ejemplo, la clase que dirige en nuestro país no es la burguesía industrial sino la burguesía comercial. En el país del Norte la burguesía industrial logra propinarle una derrota decisiva a los terratenientes y consolidar su revolución después de la sangrienta guerra civil de secesión. En Colombia, las guerras civiles no son decisivas, con excepción de la guerra de los mil días, la cual, en lugar de darle el triunfo a la burguesía, se lo da a los terratenientes. Todo el proceso de la "Regeneración", como lo veremos a su turno, no produce sino el debilitamiento de un sector de los comerciantes, la claudicación de otro sector y el fortalecimiento de los terratenientes. La revolución democrática fracasa estruendosamente por el poder que Núñez les confiere a los terratenientes y por la inconsecuencia y traición de un amplio sector de los comerciantes. Cuando en Colombia se inicie el despegue del capitalismo, hacia la segunda década del siglo XX, no será, precisamente, debido a la política de la "Regeneración", sino a pesar de ella. Estados Unidos no es un país mucho más "viejo" que Colombia. Fue "descubierto" y colonizado en la misma época que Colombia, obtuvo su independencia sólo treinta años antes de que se iniciara nuestra revolución de independencia y consolidó su revolución democrática económica y políticamente en el momento de la revolución de 1860 contra Ospina Rodríguez dirigida por Mosquera. Pero logró consolidar su revolución democrática, desarrollar el capitalismo e, inclusive, convertirse en un país imperialista. Colombia, en cambio, llega al siglo XX con su revolución democrática fracasada y en el atraso más grande.
2. El embate de Estados Unidos sobre Colombia en el siglo XX
Colombia afronta dos problemas fundamentales a principios del presente siglo, el embate de las potencias imperialistas contra su independencia y su tremendo atraso económico. Como ya lo hemos señalado, la posición estratégica de nuestro país, sus recursos potenciales y el contar con el Istmo de Panamá, lo hacían especialmente apetecible en un momento en que se libraba una lucha por la hegemonía mundial. En este sentido, las potencias europeas pierden terreno ante Estados Unidos porque tienen puntos neurálgicos más importantes que atender ante la presión de Alemania. Pero este problema de la independencia nacional frente a la ambición de las potencias imperialistas mundiales está íntimamente ligado al problema del desarrollo económico. La situación colombiana exigía a todas luces una profunda modernización en todos los aspectos. Para lograrla, sólo tenía dos caminos, o proseguir la revolución democrática tal como lo intentaban varios países del mundo, entre ellos China y Rusia, o someterse a la dominación imperialista interesada en un tipo de modernización de los países atrasados del mundo en una forma que sirviera sus intereses de expansión económica. En un discurso de juventud, de cuyas ideas renegará más tarde totalmente, Olaya Herrera expresa el dilema en que se encontraba Colombia a principios del siglo: "Pueblo que desarrolle su producción, canalice sus ríos, se forme buenas y baratas vías de comunicación, perfeccione su utillaje agrícola e industrial, adquirirá por virtud misma de estos progresos, seguridad interna para los derechos de sus hijos y respeto internacional para su existencia soberana e independiente... El esfuerzo de los países latinoamericanos, si quieren escapar a la dominación de los pueblos fuertes y voraces, debe encaminarse al aumento de la producción económica, a la educación popular racionalmente dirigida, y a la propaganda aunque lenta, en pro de las instituciones libres..." (17). Esto lo decía Olaya porque su análisis sobre el robo de Panamá y de la situación latinoamericana lo llevaba a exclamar: "La independencia de los países de América Latina, situados en la región tropical, se halla en peligro" (18). Pero las fórmulas relativamente vagas sobre la industria y la agricultura que se convertirán en frase de cajón desde entonces, no demuestra sino que se ha renunciado a los propósitos de la revolución democrática, cuya clave económica reside en la eliminación del régimen terrateniente. El proceso de transformación que sufre el partido liberal desde la crisis, de la burguesía comercial hasta el surgimiento y consolidación de una nueva burguesía en las décadas del treinta y cuarenta, llevará a escoger, como "estrategia de desarrollo económico para Colombia el endeudamiento externo, la inversión directa norteamericana en los recursos naturales y en la industria. A esa estrategia se sumará toda la oligarquía conservadora, por diferentes motivos y en diferentes etapas.
Entre la primera y la segunda guerra mundial los Estados Unidos diseñan una estrategia global de expansión económica en América Latina. Al mismo tiempo que buscaba consolidar su posición económica y política en el hemisferio, intentaba establecer una estrategia de contención al proceso revolucionario iniciado por Rusia en 1917 (19). Esta tarea fue sistemáticamente planeada por Woodrow Wilson y recogida y ampliada por Franklin D. Roosevelt con su slogan de "la política del buen vecino". Las Conferencias Interamericanas de La Habana en 1928, de Montevideo en 1933 y de Buenos Aires en 1936, son consecuencia de esta estrategia norteamericana. Wilson se convirtió desde un principio en el líder de la oposición radical a la influencia de la revolución rusa en el mundo, no solamente en Asia, sino también en América Latina (20). Tanto Wilson, como Hoover y Roosevelt abrigaron la preocupación de modificar la imagen de la intervención militar y mitigar la reacción que la política del "gran garrote" había acarreado contra Estados Unidos. Sobre esta base se propusieron obtener una serie de objetivos a corto y largo plazo, objetivos que determinan el rumbo de su política imperialista: 1) Prosperidad y estabilidad doméstica e internacional; 2) una estructura política exterior conducente a estimular el comercio y la inversión norteamericana; 3) una ideología global compatible con los "ideales" políticos norteamericanos; 4) establecimiento de la supremacía norteamericana en América Latina sobre los tradicionales rivales europeos y sobre los nuevos rivales asiáticos (21). La definición de estas metas obtuvieron una respuesta preliminar, pero definitiva, por parte de los países latinoamericanos en la Conferencia de Montevideo de 1933, durante la cual el Secretario de Estado de Franklin D. Roosevelt. Cordell Hull, expuso los instrumentos inmediatos que adoptaría esta política. El voto de Colombia lo dio Alfonso López Pumarejo no sin antes sentar claramente su posición con estas palabras: "Los Estados Unidos están comenzando a seguir una orientación política y económica más conforme con los deseos y las conveniencias de todos los pueblos de América" (22). En esta forma, Estados Unidos trataba de sustituir la invasión militar para preservar su influencia y lograr su hegemonía mediante una política basada en la estabilidad, la organización y la asesoría internacional. Es lo que se ha denominado como la "modernización’’.
Los objetivos del imperialismo norteamericano y los objetivos de la oligarquía colombiana coinciden plenamente. Por una parte, se trataba de modernizar el país y, por otra, de contener la influencia comunista. La estrategia de la "modernización’’ va a servirle a los Estados Unidos para consolidar su posición económica en Colombia que era el principal objetivo ya desde Wilson. Y la oligarquía colombiana va a encontrar el medio de neutralizar por mucho tiempo las fuerzas revolucionarias o "socialistas" como eran denominadas en la década del veinte. Este papel de neutralizar las fuerzas revolucionarias le va a corresponder al partido liberal. Pero, en gran medida, va a coincidir con el papel "modernizador" de las administraciones liberales. Como reacción a la masacre cometida por el gobierno conservador en la huelga de las bananeras de 1928, Eduardo Santos escribía: "El liberalismo no será socialista, porque no puede serlo; porque renegaría de todos sus principios y de la razón misma de su existencia... Sin ceder nada en los principios, sin entrar en transacciones con el colectivismo, el liberalismo sí puede practicar una amplia política social, porque ella es también de la esencia de su programa... Para el desarrollo de este programa el partido liberal tiene que contar con el apoyo de los trabajadores. Ellos deben convencerse de que el paraíso soviético, que les han ofrecido los agitadores, ilusos los unos e interesados los otros, no lo conocerán sino en la muerte... El liberalismo no constituye, sin duda, el máximum de las aspiraciones obreras; pero es el único medio que el pueblo trabajador tiene de mejorar su condición" (23). Con las apreciaciones de Santos coincidía plenamente Alfonso López Pumarejo quien, para la misma época, proponía la audacia del partido liberal como arma capaz de contrarrestar la influencia entre las masas de Uribe Márquez, Torres Giraldo y María Cano que volvían sus ojos hacia el comunismo. Decía López: "No son pocos los liberales que piensan y sienten como los conservadores ante lo que ellos llaman la amenaza comunista. Un egoísmo estúpido puede llevarlos a oponerse juntos al desarrollo del socialismo, como en los años que siguieron al quinquenio de Reyes los llevó a combatir sin tregua ni descanso al partido republicano... María Cano nos ha colocado a usted y a mí, como a los otros liberales de Colombia, que probablemente alcanzamos a sumar medio centenar, en una posición muy desairada. Nosotros los liberales jamás nos habríamos atrevido a llevar al alma del pueblo la inconformidad con la miseria... El partido liberal está domesticado: limpio de ideas liberales, falto de arrestos para la lucha política, satisfecho con su porción de prebendas, a gusto en la condición de partido de minoría... Es imperativo que éstas ’(las colectividades políticas)’ cambien de rumbo, y particularmente, insistir en que el liberalismo haga un esfuerzo decidido y decisivo por reconquistar el favor del pueblo adoptando como principio de su acción el concepto democrático de que todos los ciudadanos deben tener iguales oportunidades y saber que las tienen, y encontrar en el Estado el mismo apoyo para aprovecharlas" (24). Tanto Wilson, como Hoover, pero principalmente Roosevelt, mantuvieron siempre la preocupación de que las empresas privadas norteamericanas se ajustaran a esta política de "reforma social" con la cual se comprometía el partido liberal y, en el transcurso de este período crucial para las relaciones norteamericanas, surgieron conflictos entre los gobiernos norteamericanos y los monopolios de ese país en el exterior por no ajustarse a esta política (25).
La preocupación modernizadora de los norteamericanos y de su gobierno tuvo una respuesta inmediata por parte de la oligarquía colombiana desde principios de siglo. El primero que responde directamente con programas y relaciones tendientes a poner en marcha la estrategia norteamericana es Rafael Reyes. Pero Reyes encuentra el gran obstáculo de las negociaciones sobre Panamá. Profundamente adicto a los Estados Unidos, antes de ser elegido Presidente de Colombia había declarado en su discurso de la Conferencia de México en 1901: "Los norteamericanos han contribuido a disipar, no sólo en nuestro continente, las tinieblas, sino en el mundo entero; ellos son un poder civilizador, y no hay por lo mismo que temerlos como conquistadores ni como expoliadores. Ellos han plantado el estandarte de la libertad y del progreso en Cuba, Puerto Rico y las Filipinas; ellos son la humanidad seleccionada". Nombrado por Marroquín para negociar en Panamá y Estados Unidos, declara al llegar a New York: "...estamos dispuestos a conceder los derechos del Canal a los Estados Unidos sin que éstos nos paguen un solo centavo". En estas condiciones Estados Unidos se muestra partidario fervoroso de la candidatura de Reyes y promete mostrarse deferente con nuestro país si él es elegido. Reyes fue íntimo amigo de William Nelson Cromwell, representante de la Compañía del Canal y negociador (mejor, intrigante) del gobierno norteamericano tanto en Panamá como en Colombia, del tratado Herrán-Hay. Desde 1899 ya estaban negociando Reyes y Cromwell cómo hacer el negocio del Canal. La principal inquietud de Reyes fue siempre la de negociar a toda costa con Estados Unidos para poder abrirle las puertas del país. Con esa misión nombra a un liberal Diego Mendoza para que adelante las conversaciones en Washington como su embajador. Ni Roosevelt ni Hay, su Secretario de Estado, lo reciben, porque Mendoza acusa a Estados Unidos de fomentar la revolución que ocasionó la separación de Panamá. Mendoza renuncia el 14 de agosto de 1906 y pide la ruptura de relaciones. Reyes como respuesta lo declara traidor a la patria y el Ministro de Justicia lo cita a juicio por traición (26). Reyes ve frustradas sus inquietudes modernizadoras al no poder negociar con Estados Unidos. Pero Marco Fidel Suárez da pasos más firmes, participando en las negociaciones del Tratado sobre Panamá que fue firmado en 1914, pero ratificado solamente en 1922. El es el autor de la famosa teoría pronorteamericana del "respice Polum’’, mirar hacia la estrella polar, volver los ojos hacia los Estados Unidos para salvar al país. Dice Suárez: "La fórmula ’respice Polum’ que me he atrevido a repetir para encarecer la necesidad de mirar hacia el poderoso norte en nuestros votos de prosperidad, deseando que la América Latina y la América Sajona armonicen en justicia e intereses, es una verdad que se impone por su claridad y necesidad" (27) ».
El general Pedro Nel Ospina, firme sostenedor de los principios de Suárez es quien, finalmente, pone en marcha los principios de modernización por vía del endeudamiento externo y lanza al país a lo que se ha llamado "la danza de los millones". En su discurso de posesión Ospina exponía claramente su estrategia para industrializar el país: "Para el desarrollo de nuestro surgimiento económico, cuyas bases son tan extensas, será necesario disponer de recursos que no se encontrarán a nuestro alcance sino en virtud de compromisos que afectarían no sólo nuestra generación, sino las venideras, que son, a la verdad, las que se beneficiarán plenamente de nuestro empeño. Puedo afirmar con íntima satisfacción en relación con este tema, que Colombia es hoy considerada por los dirigentes de las grandes instituciones en cuyas manos están las finanzas internacionales del mundo, como país destinado a envidiable porvenir y merecedor de especiales consideraciones" (28). Como producto de esta política de modernización por endeudamiento, los banqueros inversionistas norteamericanos tenían en sus manos la, para esa época, "fabulosa suma de 172 millones de dólares en bonos del gobierno y tenían inversiones directas por 132 millones de dólares: Esto hacia finales de la década del treinta (29). La deuda externa creció solamente entre 1927 y 1928 un 200% y alcanzó la suma de 215 millones de dólares.
En este proceso de endeudamiento, la figura clave para mantener las relaciones con los banqueros norteamericanos fue Enrique Olaya Herrera primer presidente liberal de este siglo, embajador de Colombia en Washington de tres gobiernos conservadores, el de Jorge Holguín, el de Pedro Nel Ospina y el de Abadía Méndez. Además, como intermediario permanente de la política norteamericana en Colombia, había sido Ministro de Relaciones Exteriores de Reyes y Suárez y había abanderado la posición de la Estrella Polar de este último. En su campaña electoral Olaya trazó toda la política de entrega a los Estados Unidos en la forma más clara. Todo su programa de gobierno se orientó a darle garantías a los financistas norteamericanos para que otorgaran todo el crédito a Colombia. Es necesaria, decía Olaya en su conferencia del Jockey Club en 1930, "una acción gubernativa que borre la impresión de que existe entre nosotros una hostilidad hacia el capital extranjero y muy especialmente hacia el capital norteamericano. Es necesario despejar el ambiente y dejar una impresión clara y precisa, no sólo de que tal hostilidad no existe, sino de que tal capital es bienvenido al país; que él encuentra y encontrará entre nosotros seguridad, protección y que estamos dispuestos a estimularlo en condiciones de equidad... Si esto no se hace en forma que cambie el espíritu existente hoy entre las grandes instituciones financieras de los Estados Unidos, tendremos un segundo factor de desconfianza, cuyas consecuencias serán de la mayor seriedad para el futuro inmediato de la vida económica del país" (30). Cuando Alfonso López Pumarejo tiene que enfrentarse a una renegociación de la deuda externa con Estados Unidos, adelantar las negociaciones para la legislación petrolera y para la firma del Tratado de Comercio, llama a Olaya Herrera como Ministro de Relaciones Exteriores, no sin que antes éste le hubiera condicionado su aceptación a la concesión de los puntos exigidos por Estados Unidos (31). Es tan notoria la entrega de Olaya al imperialismo norteamericano que le permite a Laureano Gómez iniciarle un juicio de responsabilidades en 1933 incluyendo este tema entre sus acusaciones, después de renunciar a su embajada en Berlín, con un tono nacionalista de sabor pro germano. En esta forma se definía entre 1920 y 1940 el carácter de la "modernización" del país por el camino de la dominación imperialista canalizada por el endeudamiento externo, la política petrolera y los tratados de comercio con Estados Unidos. Tanto los gobiernos conservadores como los liberales coinciden plenamente en este punto fundamental. Ya no se vuelve a hablar de los objetivos de la revolución democrática que era el otro camino abierto para la "modernización". El futuro del país queda así plenamente definido por el partido conservador y el partido liberal en el poder. Esta definición es lo que, en la práctica, señala el carácter de toda la historia de Colombia en el siglo XX.
3. La hegemonía comercial norteamericana
La política del "buen vecino" auspiciada por Hoover e institucionalizada por Roosevelt contó con tres instrumentos fundamentales que se convirtieron en la clave para la dominación imperialista sobre Colombia: El programa de los Tratados Recíprocos de Comercio, el Banco de Exportación e Importación y el Consejo de Protección de los Tenedores de Bonos Extranjeros (32). El primero de estos instrumentos obedece a la política de expansión comercial que adopta Estados Unidos después de la primera guerra mundial tendiente a desplazar a las potencias europeas, pero que se convierte en un elemento esencial de la recuperación económica norteamericana después de la crisis del treinta. Los otros dos instrumentos buscan la expansión de la inversión indirecta a través de la colocación de crédito, especialmente en los países atrasados, y la garantía del pago de la deuda externa que ésta conlleva. En último término, son instrumentos indispensables y complementarios de la expansión imperialista, los cuales se realimentan mutuamente. Toda esta estrategia, hecha extensiva para América Latina, irá surtiendo sus efectos a corto, mediano y largo plazo, obtendrá grandes éxitos y sufrirá retrocesos, encontrará grandes dificultades en ocasiones, pero se mantendrá inmodificable en su objetivo de controlar económicamente para preservar sus zonas de influencia, consolidar su posición mundial y defender la seguridad hemisférica como condición de estabilidad, no importa que cambien sus instrumentos de tiempo en tiempo. Las dos décadas que median entre la primera y la segunda guerra mundial consolidan la posición de Estados Unidos en Colombia y ponen las bases de su dominio sobre la economía. El control definitivo que ejercerá Estados Unidos sobre la economía colombiana no se dará sino hasta después de la segunda guerra mundial. La pérdida de la independencia a manos del imperialismo norteamericano no fue un hecho súbito, sino que obedeció a un proceso iniciado antes del robo del Canal de Panamá con fenómenos como el establecimiento en la década de 1890 de lo que se convertirá más tarde en la United Fruit Company. Si bien es cierto que el robo de Panamá constituyó un atentado contra la soberanía nacional y la indemnización negociada por la oligarquía liberal-conservadora representó el precio recibido por la entrega de Panamá al imperialismo, no fue un factor que definiera el control de Estados Unidos sobre la economía colombiana. La industria norteamericana del banano en el Magdalena o la industria petrolera en los Santanderes también representan atentados contra la soberanía nacional, pero no determinaron de un momento a otro la pérdida de la independencia. Fue necesario que se dieran otros fenómenos, especialmente el del control de los recursos del Estado a través del endeudamiento externo y de la sumisión de los gobernantes, para que este control imperialista se hiciera efectivo. En este proceso, la etapa vivida por el país entre 1920 y 1945 define que Colombia haya adoptado la estrategia de la "modernización" sin independencia económica, en lugar de haberlo hecho por el camino de la revolución democrática y de la independencia nacional.
Entre 1928 y 1929 toda la diplomacia norteamericana se orienta a la obtención de un Tratado de Comercio con Colombia. La negociación y la ratificación de este Tratado durará hasta 1935, año en que López Pumarejo lo firme y el Congreso lo ratifique (33). El Tratado de Colombia será el primero de los firmados en América Latina por Estados Unidos, parte de un programa continental de Tratados de Comercio a que ya se ha hecho mención. Este programa obedecía a una estrategia detenidamente planeada, cuyos objetivos pueden reducirse a tres: 1) Estimular la exportación para reducir los efectos de la superproducción y, por consiguiente, de la crisis económica; 2) desplazar la competencia europea y japonesa de América Latina y asegurar la hegemonía en esta parte del mundo; 3) apoderarse, en esta forma, de un amplio mercado de capitales de inversión directa e indirecta, con la cual se garantizará el control económico de la región.
En Colombia este proceso de los Tratados de Comercio pasó por tres etapas. Primera, las negociaciones que siguieron al conflicto producido en Colombia por la legislación proteccionista de Estados unidos como efecto del Acto Legislativo Smoot-Hawley del Congreso Norteamericano de 1930, y la tendencia proteccionista en Colombia durante los últimos años de la administración Abadía y los primeros años de la administración Olaya. En 1926 la misión suiza Haussermann propuso la liberación de aranceles aduaneros, pero los industriales se opusieron e impulsaron una política proteccionista. No fueron eficaces los oficios del embajador Jefferson Caffery para convencer a Abadía y a Olaya de los objetivos más generales del gobierno norteamericano. Olaya, por ejemplo, subió las tarifas para la importación de azúcar con el objeto de favorecer intereses particulares de inversionistas norteamericanos que acababan de comprometer dos millones de dólares en la incipiente industria azucarera colombiana (34). Lo mismo sucede con la harina, porque el 90% de la producción harinera del país estaba controlada, en ese momento, por empresas norteamericanas (35). En esta etapa Estados Unidos no logra obtener sus objetivos de largo alcance, pero hacia 1933 comienza a negociar tratados en Brasil, Cuba, Argentina y Colombia, por lo menos.
Segunda, la negociación y la firma del Tratado Recíproco de Comercio, sin que se logre su ratificación en ninguno de los dos Congresos. La responsabilidad de la negociación recae sobre el gobierno de Olaya, el cual nombra como sus representantes a dos conservadores y a un liberal, este último, Miguel López Pumarejo, hermano de Alfonso López y vocero de los cafeteros que defendían ante todo las más amplias concesiones con tal de que se les asegurara la libre exportación a los Estados unidos, y ante la obsecuencia de Olaya para con sus amigos norteamericanos, los industriales levantan una furiosa oposición en el seno mismo de la comisión negociadora y por la prensa. Estos defendían la incipiente industria colombiana. A pesar de la oposición de los industriales y de parte de la prensa liberal, de las contradicciones entre el Ministro de Relaciones, conservador, y su embajador en Washington, liberal, el gobierno firma el Tratado el 15 de diciembre de 1933, e inmediatamente desaparece toda la oposición de los liberales, dirigidos por Olaya desde la presidencia y por Santos desde la política liberal. Sin embargo, el Congreso Norteamericano se opuso a la ratificación por considerar que no garantizaba suficientemente los intereses de los hombres de negocios norteamericanos. Tampoco lo hizo el Congreso colombiano por conflictos partidarios de política parlamentaria.
Tercera, una nueva negociación del Tratado, la firma de López Pumarejo y la ratificación por el Congreso. Ante el aparente fracaso del programa de Tratados Recíprocos de Comercio, el gobierno de Roosevelt modifica los Actos Legislativos de 1922 y 1930, le da bases institucionales a la reciprocidad, introduce reformas en las relaciones de la empresa privada y el gobierno para impulsar el capitalismo de Estado, y establece la dirección de la inversión norteamericana en el exterior por el gobierno. En esta perspectiva, se abren de nuevo las negociaciones. El gobierno de López nombra a Olaya Ministro de Relaciones y al hermano del presidente como embajador en Washington. En octubre de 1935 el gobierno norteamericano publica el Tratado e inmediatamente recibe el apoyo de los hombres de negocios y de la prensa. Los conservadores se oponen furiosamente al Tratado, movidos por su oposición radical al gobierno de López y por su inclinación clara hacia los intereses germanos en franca competencia con los Estados Unidos. El partido comunista se opone al Tratado y propone una moción de rechazo en el Concejo de Bogotá que es derrotada. En el Congreso la aprobación se tramita rápidamente, ante la ausencia de los conservadores y ante la debilidad del sector liberal de Antioquia que representaba los intereses industriales en desarrollo. El senador Héctor José Vargas de Boyacá deja la siguiente constancia: "Voto a favor del Tratado con los Estados Unidos porque considero que, al aceptar el punto de vista de su nueva política comercia], haciéndole importantes concesiones sin haber obtenido ninguna excepto la confirmación de nuestro actual estado de cosas, les damos la mejor prueba de nuestro sincero deseo de cooperar con el reestablecimiento del equilibrio y del ritmo de nuestro intercambio comercial..." (36). El gobierno de López Pumarejo le daba a los norteamericanos concesiones en casi doscientos renglones y más de quinientos productos, mientras los norteamericanos no nos daban concesiones sino en once renglones y unos treinta productos, tales como bálsamo de Tolú, ipecacuana o semillas de ricino. Pero, además, el gobierno de López incluyó productos agrícolas producidos en el país o que podían producirse en él, lo mismo que productos industriales que salían de la incipiente industria nacional, como calzado, impresos, telas de algodón crudo, frazadas de algodón, ropa interior de tela de algodón y lino para hombres, mujeres y niños, tejidos de punto y muchos más (37). De esta manera, hace entrega de los intereses de la agricultura colombiana, da un golpe al proceso de industrialización, abre el campo a todo tipo de productos que compiten con los nacionales, acepta condiciones sobre la administración pública consagradas en el Tratado, no obtiene beneficios para la economía colombiana con excepción de la seguridad de la exportación cafetera. En realidad, López se pliega totalmente a la política norteamericana exclusivamente con la perspectiva de favorecer a los cafeteros. Desde entonces, la política económica del gobierno de López en el terreno comercial, se orienta a darle todas las garantías a la estrategia hegemónica de los Estados Unidos en Colombia. El embajador norteamericano William Dawson decía en octubre de 1937: "No hay duda de que la política comercial del gobierno colombiano tiende definitivamente a ponerse de acuerdo con los propósitos básicos y los objetivos del programa de acuerdos comerciales de los Estados Unidos" (38). La firma del Tratado Reciproco de Comercio le da a los Estados Unidos, en contra de Alemania y Japón, y en contra de los intereses nacionales, la última garantía de tipo económico necesaria para la dominación imperialista. El gobierno liberal de Olaya prepara el camino, el gobierno liberal de López consagra la entrega.
4. El capital financiero norteamericano se toma a Colombia
La historia del endeudamiento externo de Colombia durante los veinte años que median entre las dos guerras mundiales señala el establecimiento definitivo del poder financiero norteamericano con sus consecuencias de dominación imperialista. Desde el punto de vista de la oligarquía colombiana liberal conservadora fue la decisión de modernizar el país a través de la entrega de su economía. Esta vía del endeudamiento externo para el "progreso" colombiano fue escogida como resultado de una mezcla de intereses que pueden resumirse así: 1) renuncia a llevar a cabo las reformas sociales necesarias que exigía una economía atrasada, un régimen terrateniente dominante y una escasez de capital agobiante; 2) perspectivas de un enriquecimiento rápido que presentaba el flujo de capitales enormes norteamericanos y la construcción de obras de infraestructura a todo lo largo y ancho del país. Antes y después de la Convención de Ibagué en 1922, el partido liberal se trabó en una polémica interna sobre la cooperación con el gobierno conservador del general Ospina, uno de cuyos puntos esenciales tenia que ver con el endeudamiento externo del país. Esta polémica ilustra en forma elocuente los dos aspectos que incluían los intereses en juego. Los editoriales de El Espectador, dirigido por don Luis Cano y de El Diario Nacional, dirigido por Alfonso López Pumarejo dejan en claro los intereses liberales. Por supuesto, la iniciativa de la estrategia modernizante por endeudamiento externo había sido definida por el gobierno conservador del general Ospina, lo cual colocaba al partido liberal contra la pared. López Pumarejo se adelantaba a las objeciones de que el partido liberal estuviera contra las inversiones extranjeras y fustigaba a su mismo partido: "Esa idiosincrasia nuestra es quizás la primera causante del atraso material del país y la única explicación que podemos encontrar al hecho de que mientras otros países inferiores que Colombia en capacidad financiera, en población y potencialidades, impulsan y acometen obras de progreso con ayuda del capital extranjero, aquí no se logra contratar un empréstito y seguimos viviendo al margen de la vida económica del mundo, como rodeados moralmente por una muralla china, por la muralla de la desconfianza y temor al oro extranjero,..". Y señala que tenemos que acudir cuanto antes a Wall Street, antes de que se disminuya el auge financiero norteamericano o se canalicen hacia otra parte y añade: "Si esto se realiza habremos perdido totalmente la oportunidad de impulsar el progreso nacional con la vinculación de capitales extranjeros" (39).
Don Luis Cano le replica a López sus argumentos sobre la necesidad del capital extranjero y la necesidad de colaborar con el gobierno y dice: "No puede acusarse con razón al liberalismo ni a ninguno de los matices de él, como enemigo del progreso nacional, como adversario de la introducción de capitales extranjeros, o como empeñado en suscitar dificultades para el desarrollo de las grandes obras que deben transformar el aspecto económico de la nación... No ha surgido hasta el presente un solo proyecto de empréstito conseguido en condiciones prudentes y decorosas, ni una propuesta para la construcción de vías férreas, o para la apertura de carreteras, o para la canalización de ríos, que no haya contado desde sus primeros pasos con nuestra cordial y efectiva cooperación... Nos hemos esforzado como pocos en hacerle buena atmósfera al capital extraño; en atraerlo, en contribuir a que halle en Colombia las necesarias garantías..." (40). Pero, como línea dura del liberalismo de entonces, añadía su fórmula para mantener la independencia nacional, fórmula romántica e inútil: "Consideramos que no podemos ir dignamente y sin peligros al encuentro de los financistas y de los grandes industriales extranjeros, que naturalmente buscan en primer término su beneficio y sólo secundariamente el nuestro, sino después de robustecer la unidad intelectual, moral y económica para que resista el embate de los intereses no vinculados por el corazón a la estabilidad independiente de la patria... Amigos por convicción del capital extranjero, sin cuya colaboración el desenvolvimiento nacional demoraría largos años, no creemos conveniente ese nuevo lirismo mercantilista que hace aparecer a los países en éxtasis místico ante el becerro de oro, ni juzgamos tampoco que Colombia pueda acoger indistintamente cuantas instituciones se le dejen oír en materia de préstamos, concesiones o enajenaciones de bienes y riquezas cuya potencialidad próxima supera muchas veces a su valor actual, aparentemente crecido..." (41).
El señor Cano se oponía a la cooperación incondicional con el gobierno conservador, mientras López y Santos la patrocinaban, en un momento en que la fiebre de los empréstitos recorría el país. Para oponerse a esta cooperación decía: "Nosotros hemos visto perdidos ya para el país sus grandes depósitos de oro blanco, enajenada a una entidad la bahía de Cartagena y vinculada fatalmente a los banqueros de los Estados Unidos la red de vías públicas con que sueña el país, sin que hayan sido suficientes a evitarlo los pobres alaridos de un patriotismo candido y fervoroso..." (42). López tuvo que responderle violentamente por su oposición a la cooperación con el gobierno conservador, a lo que replicó don Luis: "He dicho que desde hace más de un año viene girando fatalmente la política nacional alrededor de vastos planes financieros, que en su desarrollo tiende a crearle al país una peligrosa situación de dependencia con relación a los Estados Unidos... Lo he dicho con franqueza en la Cámara, en el periódico y en Asambleas del partido... ¿Tengo que agregar a esas declaraciones públicas la nómina exacta de los ciudadanos nacionales y extranjeros a quienes creo interesados en todas las explotaciones petrolíferas y negocios de empréstitos, de ferrocarriles, de oleoductos, de muelles y de faros? No acabaría. Ni de la simple publicación de esos nombres que a usted y a mí nos son familiares podría deducirse otra cosa que la existencia de un estado de descomposición social, que a nadie se oculta y que no permite establecer responsabilidades individuales, sino en cada caso concreto..." (43).
La corrupción, el peculado, la descomposición social estimulada por los millones norteamericanos y los contratos con las compañías extranjeras, el peligro en que se ponía la soberanía nacional, todas las denuncias de Cano contra López por la inclinación de éste a vincularse al gobierno del general Ospina, no son suficientes para clarificarle al señor Cano que el capital extranjero, en las condiciones de Colombia significaba precisamente lo mismo que él denunciaba, la entrega de la independencia nacional al capital norteamericano y la pérdida de la soberanía nacional. Era que el partido liberal, para esa época, había perdido ya por completo el objetivo de la revolución democrática y su decisión de luchar por culminarla. López Pumarejo, quizás más que ningún otro liberal, auspiciaba esta política de "modernización" por endeudamiento, como lo hacia la inmensa mayoría de su partido. En su polémica con Cano, López se queja de que Colombia hubiera desaprovechado las oportunidades de endeudamiento de 1919 y de que ahora, en 1922, fuera a pasar lo mismo, cuando existía en Estados Unidos tanto capital sobrante. Y criticaba al partido conservador por haber sido renuente a recibir de inmediato los dólares norteamericanos de la indemnización: "Los colombianos somos sin saberlo enemigos irrevocables del capital extranjero en todas las formas consideradas aceptables por el mundo civilizado. Comprendemos muy bien que sin su ayuda no podemos prosperar, lo invitamos a prestárnosla por todos los medios imaginables, pero tan pronto como hace acto de presencia entre nosotros, nos ponemos todos de pie para rechazarlo, ya sea que venga a desarrollar nuestras vías de comunicación, o a fomentar el crédito o satisfacer necesidades de orden fiscal..." (44).
Seis meses antes había expresado en un editorial de su periódico conceptos mucho más claros aún sobre el endeudamiento externo: "Económicamente Colombia debe brindar con espíritu amplio sus grandes e inexplorados campos de riqueza al trabajo y al capital estadounidense, cuya cooperación en forma leal y equitativa, abre para nuestro país horizontes halagüeños de bienestar y prosperidad" (45). Era la conclusión de López a la firma del Tratado sobre Panamá que, según él, "es la puerta abierta de un nuevo periodo que ha de estar señalado con una acción sincera, inteligente e intensa para unificar y desarrollar los intereses colombianos con los de los Estados Unidos" (46). Mientras la oligarquía conservadora "modernizante" representada por Ospina adelantaba la política de endeudamiento, la oligarquía liberal deliraba ante la expectativa de la millonaria invasión norteamericana a Colombia, de la que le vendrían pingües beneficios a corto y a largo plazo. El partido liberal comprendería más rápidamente, bajo la dirección de López, que la estrategia modernizadora del imperialismo norteamericano le abriría las puertas del poder del Estado, pero el partido conservador llegaría también a asimilar más tarde esta estrategia y, entonces, desataría una lucha sin tregua por el poder que conducirá a una ineludible alianza para repartirse los beneficios del endeudamiento. Será la relación con el imperialismo la piedra de toque para la lucha y la alianza de los partidos en este siglo.
Si desde el punto de vista del comercio, la estrategia norteamericana se orientó a obtener tratados que liberaran los aranceles para los productos agrícolas e industriales de su país y a controlar la comercialización de los productos europeos, desde el punto de vista financiero sus objetivos fueron mucho más ambiciosos. Estados Unidos necesitaba, por una parte, garantizar de alguna manera el pago de la deuda y, por otra parte, hacer rentables sus inversiones. Como lo captaba muy bien Alfonso López, el capital de los préstamos norteamericanos era el capital sobrante de su economía y, por tanto, era capital que podría ser colocado en condiciones diferentes a las utilizadas en el país de origen, por ejemplo, a bajos intereses y a largo plazo. Pero ese capital debería ser rentable y para ello era necesario transformar las economías feudales de América Latina en forma tal que se adecuaran a los intereses de la inversión directa e indirecta de los Estados Unidos. La preocupación central del gobierno de Hoover y de los gobiernos sucesivos de Franklin D. Roosevelt consistió en asegurarse estos objetivos. En esta forma el imperialismo norteamericano que se abría campo en el mundo y, especialmente, en América Latina, se presentaba con una imagen de progreso, de adelanto técnico y de impulso a las obras de industrialización de los países atrasados del hemisferio. Estados Unidos utilizó dos instrumentos fundamentales para lograr esa modernización de acuerdo a sus intereses, el impulso de las obras públicas tendientes al establecimiento de una red de ferrocarriles, carreteras, plantas eléctricas, acueductos y demás servicios, necesarios para el establecimiento de la industria, en primera instancia, y la reforma de la administración del Estado hacia el establecimiento de un sistema bancario, un sistema fiscal, un sistema monetario, un sistema laboral y un sistema constitucional que abriera campo al capitalismo de Estado. La diplomacia norteamericana, después del Tratado Urrutia-Thompson de 1922, se dirigió a controlar la orientación de los préstamos al Estado y a los departamentos y municipios y a exigir las condiciones que le garantizaran con reformas del Estado el pago de la deuda (47). Pero la preocupación central tanto de los banqueros privados como del gobierno norteamericano fue desde el principio de este gran endeudamiento la garantía de pago de la deuda, no obstante que todos los préstamos eran hipotecarios, bien sobre las rentas departamentales o nacionales, bien sobre propiedades públicas que hubieran podido ser tomadas por los prestamistas (48).
El endeudamiento de Colombia con Estados Unidos entre 1922 y 1928 es un hecho histórico que determina el futuro del país. Los prestamistas norteamericanos condicionan sus dólares a la construcción de obras públicas. No hay un solo empréstito en esta época que no sea dirigido con ese propósito (49). Toda la política regional empieza a girar alrededor de la consecución de nuevos empréstitos. La rebatiña por los dólares norteamericanos se convierte en el centro de la pugna partidaria en departamentos y municipios. Fred Rippy enumera cuarenta y ocho préstamos por un total de doscientos treinta y cinco millones, de los cuales 21 millones correspondían a préstamos de bancos hipotecarios sin respaldo del gobierno y 2 millones a compañías petroleras y mineras (50). Como ya hemos dicho el total de dólares invertido en obras públicas en Colombia en forma de papeles de valores públicos ascendía a 170 millones. El caos producido por este flujo de capital y por la fiebre de construcción de obras públicas fue tal que el gobierno de los Estados Unidos exigió al gobierno colombiano el establecimiento de una comisión supranacional para controlar la construcción de obras. Esta comisión fue exigida además por el gobierno británico, pero el ministro de Hacienda Esteban Jaramillo, presentado siempre en los documentos norteamericanos como defensor de sus intereses, se opuso a la injerencia de los británicos. Sin embargo, la comisión fue establecida con tres extranjeros y dos colombianos, repartidos los extranjeros entre Estados Unidos, Inglaterra y Bélgica. Tanto Esteban Jaramillo como el Ministro de Obras renunciaron por no haberse aceptado la fórmula norteamericana. El proceso de esta negociación llevó a un funcionario de la embajada norteamericana a exclamar: "Los americanos casi se tragan entera a Colombia..." (51). La presión británica sobre el gobierno colombiano era el fruto de las inquietudes de embajador, cuyas apreciaciones dan una imagen aproximada de la situación caótica de los programas de construcción de los gobiernos de Ospina y Abadía: "La distribución de las rutas de ferrocarriles y vías se ha convertido en el deporte de la política local; un plan de arterias de transporte ha dado paso a una mera mezcla confusa de obras desconectadas e improductivas de muy dudoso valor y altos costos" (52).
Para lograr resolver ese que se había convertido en el problema central, el de la inseguridad de la deuda externa de Colombia que tenía su raíz en la poca capacidad de endeudamiento del país y en su obsoleta estructura administrativa, el gobierno norteamericano envía en dos ocasiones la misión Kemmerer (1923, 1930), como lo hace con otros países que están cayendo bajo su hegemonía (Guatemala, Chile, Bolivia, China, Perú) y con sus colonias (Puerto Rico y Filipinas) (53); el First Natíonal Bank le exige al gobierno colombiano reformas substanciales al embriónico sistema financiero del país; la Secretaria de Comercio publica la famosa Circular Especial de James C. Corliss en 1928 titulada Latín American Budgets con análisis y exigencias precisas; los prestamistas norteamericanos forman en asocio con el gobierno la renombrada Foreign Bondholders’ Protective Council, Inc.; y toda la diplomacia norteamericana en Bogotá presiona por reformas de todo tipo orientadas a obtener recursos para el pago de la deuda externa. Las reformas propuestas por Kemmerer que, en esencia, constituirán la condición del crédito norteamericano, formalizaban la modernización del sistema financiero y establecían las bases de un sistema estatal centralizado firme. Un sistema financiero en un país como Colombia exigía la centralización en manos del Estado de tal forma que éste tuviera capacidad de garantizar los compromisos adquiridos interna y externamente, por una parte, y un sistema bancario extendido por todo el país que le diera una adecuada canalización a los recursos obtenidos por medio de los empréstitos. Como una prueba del carácter de la misión resalta el hecho de que las acciones de los bancos se triplicaron en el país después de su primera venida, entre 1924 y 1928. Era completamente claro que la palanca de la modernización impuesta por el imperialismo en toda América Latina y, de una manera concreta, en Colombia, era el sector financiero, único capaz de garantizarle la necesidad de exportación de capital y de rendirle los beneficios esperados. Hasta ese momento la Banca colombiana no era más que un rezago del sistema capitalista del siglo diecinueve, en donde el papel de los bancos no pasaba de ser el de un intermediario y no el de centro y motor de la economía. Más atrasado todavía se encontraba el sistema financiero del Estado, carente como estaba de un sistema de presupuesto nacional, sin un aparato adecuado de impuestos y sin los recursos económicos y administrativos para dirigir la economía. Tanto el sistema financiero como la centralización de la economía en manos del Estado sobre bases financieras, no llegará a tomar fuerza sino hasta la década del cincuenta y no logrará su pleno desarrollo sino hasta la década del sesenta. Pero la estrategia del imperialismo estaba clara. El desarrollo del país tenía que darse basado en un sector financiero altamente refinado y eficiente.
Todos los gobiernos, sin excepción ninguna, que van a seguir a la primera misión Kemmerer, pondrán como primer objetivo de su administración, el fortalecimiento, consolidación y desarrollo de estas dos reformas: impulso del sector financiero y establecimiento del capitalismo de Estado. El tercer punto del programa de gobierno presentado por Olaya Herrera en la campaña de 1930 resume perfectamente la respuesta de la oligarquía liberal conservadora a las exigencias del imperialismo. Decía Olaya: "Es indispensable que procedamos a desarrollar un conjunto de medidas que lleven a los medios financieros del exterior, en particular a los medios financieros de los Estados Unidos, la persuasión de que vamos a desarrollar una política financiera de orden y economía, un plan de obras públicas prudente y bien pensado, de acuerdo con los consejos que los técnicos en la materia han dado y los que puedan dar al gobierno nacional, a nuestros departamentos y a nuestros municipios. La impresión actual hoy en los Estados Unidos, es la de que manejamos nuestros negocios con incompetencia, nuestras finanzas imprudentemente y que subordinamos al juego de la política la gerencia de los grandes intereses que son el eje de nuestra producción, de nuestra propiedad" (54). Es así como Colombia adopta la estrategia de desarrollo del imperialismo, la que le conviene a esos intereses de exportación de capital, la que se orienta consecuencialmente a garantizar el pago de la deuda externa, la que produce un estimulo constante a la importación de capitales, la que genera irremisiblemente toda la economía de monopolio, la que se adecúa con perfección a un sistema financiero internacional que va a generalizarse después de la segunda guerra mundial. Esta estrategia de desarrollo adoptada por la oligarquía liberal conservadora que controla el país no es complementaria sino sustitutiva de la otra alternativa posible que hemos definido como la estrategia de desarrollo por vía de la revolución democrática que tiene como condición esencial e insustituible la liquidación del régimen terrateniente y el impulso autónomo de la agricultura.
5. La "modernización" imperialista y sus consecuencias
Los teóricos imperialistas del desarrollo económico y político resumieron estas experiencias adquiridas en los países de América Latina y de Asia entre los años 1910 a 1940 para elaborar toda una refinada concepción sobre la modernización, cuyas bases se encuentran ya en el sociólogo alemán Max Weber con su dicotomía "tradicional-moderno’’ y su concepto fundamental de racionalidad económica y centralización política (55). En este sentido Max Weber es el ideólogo inspirador de la estrategia imperialista del desarrollo que sistematizará un sociólogo norteamericano, Talcott Parsons, cuya guía metodológica consistirá en la capacidad comparativa de los sistemas basados en cinco dicotomías: afectividad-neutralidad afectiva; orientación por los intereses individuales-orientación por las exigencias de una colectividad; particularismo-universalismo; ineficiencia-eficiencia; difusividad-especificidad (56). La aplicación de estas variables darían la medida del grado de modernidad y de los objetivos de modernización que deberían imponerse. En el terreno económico, las teorías del desarrollo económico guardan una afinidad con las teorías de la modernización, especialmente cuando se consideran como teoría de las etapas o cuando se concibe el desarrollo económico en íntima relación con el cambio social y político (57). El mejor resumen de estas concepciones del desarrollo es el Informe a la Comisión de Relaciones Exteriores de los Estados Unidos, editado por Max Millikan y Donaid Blackmer en 1961, sobre "el cambio económico, político y social en los países subdesarrollados y sus implicaciones para las políticas de los Estados Unidos". Lo que el informe defiende es que en los países atrasados deben darse una serie de cambios fundamentales para que puedan salir del subdesarrollo, cambios que consisten en la adaptación de los recursos, técnicas e instituciones de los países imperialistas del mundo o "desarrollados", como ellos los llaman (58). Para obtener este cambio el factor esencial es la inversión de capital que los países subdesarrollados no tienen y que, por tanto, deben obtener a través de la "ayuda externa" (59). El informe orienta, desde este punto de vista, la estrategia de exportación de capital que debe adoptar el gobierno norteamericano y los demás países "desarrollados" del mundo capitalista. Una serie de interpretaciones y desarrollos de las teorías de Weber y Parsons ha dado origen a toda una sociología de Estado, concebida como absolutamente necesaria para el acelerado desarrollo de lo que ellos llaman "los países en desarrollo". El más acabado estudio del desarrollo político es el de David Apter, cuyo punto de vista es que la democracia política no tiene capacidad para sacar del subdesarrollo a los países atrasados y que por tanto debe adoptarse el capitalismo de Estado como gobierno fuerte, eliminación de las libertades democráticas y centralización económica (60).
Los principios sociológicos de Max Weber han conducido, basándose en la experiencia que los países imperialistas han adquirido en el mundo subdesarrollado, a elaborar toda una estrategia consistente esencialmente, en trasladar a esos países la estructura vigente hoy en el mundo imperialista, impidiendo que se lleven a cabo las transformaciones fundamentales por las que, inclusive, todos esos países pasaron en los siglos XVIII y XIX. La base de todo ese traslado ’modernizador" ha sido el desarrollo del sector financiero que surgió en los países imperialistas como resultado de un exceso de capital, pero que se establece en los países atrasados sobre la base de su escasez de capital. La época vivida por Colombia entre 1920 y 1940 no es sino el establecimiento de esta estructura artificial, impuesta por las condiciones de la dominación imperialista norteamericana, pedida y aceptada por la oligarquía liberal conservadora. La estrategia de desarrollo por endeudamiento externo obedeció, como es natural, tanto a las necesidades mismas del país imperialista como a toda una concepción ideológica elaborada por los economistas y sociólogos del imperialismo. Las consecuencias para Colombia no pueden haber sido más graves.
El enorme endeudamiento de Colombia en la década de los años veinte, semejante al de casi toda América Latina, encontró al país sin una estructura suficiente capaz de responder por el pago de la deuda ya para principios de la década del treinta. Este fenómeno lo habían previsto los banqueros norteamericanos y, por consiguiente, el gobierno de Estados Unidos dirigió su diplomacia a la obtención de reformas que garantizaran el pago de los bonos o títulos colombianos. Al final de 1935, el 85% de los títulos colombianos colocados en Estados Unidos, base de la deuda externa, se encontraban sin respaldo alguno (61). Desde finales de 1928, el país no pagaba sus obligaciones con los Estados Unidos. Por esta razón el gobierno norteamericano presionó la elección de Olaya Herrera, confiado en las garantías que para resolver problemas tales como la negociación petrolera y el pago de la deuda había dado y ofrecido durante su permanencia como embajador en Washington. En una nota de Bert L. Hunt, agregado comercial de la embajada norteamericana en Bogotá, dirigida a Grosvenor Jones, jefe de la División de Finanzas e Inversiones del Departamento de Comercio, comentando la influencia de la Circular Especial de ese Departamento se dice: "Fue también su influencia (la de la Circular) lo que hizo posible la elección del doctor Olaya con todos los esperados beneficios para los Estados Unidos" (62). Sin embargo, los banqueros norteamericanos se negaron a dar los créditos necesarios a Olaya para salir del atolladero en que lo había puesto el endeudamiento de la década anterior, no obstante que Olaya, como presidente electo, había viajado a los Estados Unidos para entrevistarse con esos banqueros, recibido promesas de ellos y ofrecido todas las garantías (63). La situación es tan grave para Olaya que el mismo embajador Cafferey intercede ante el gobierno de Washington para que convenza a los banqueros de que disminuyan sus exigencias para los nuevos préstamos, porque de lo contrario Olaya puede caerse (64). Olaya, en su desesperación, llega hasta hipotecar las salinas del Banco de la República (65). Ante la decisión de Olaya de preferir a los banqueros norteamericanos, se forma en Colombia el Comité Ejecutivo Nacional de Deudores de Bancos Extranjeros, el cual le exige al gobierno de Olaya que conceda prioridad a las instituciones financieras colombianas sobre las norteamericanas. Pero, entre tanto, se forma un Comité semejante en Estados Unidos, de carácter mixto, al que ya hemos hecho referencia, que presiona al gobierno norteamericano en sentido contrario. El gobierno de Olaya, quien, entre otras cosas, se había lucrado electoralmente en su campaña del ataque a la United Fruit Company adelantado por algunos sectores de su partido, acude a esta misma empresa y obtiene de ella préstamos de emergencia (66). Con todo esto, Olaya no logra renegociar la deuda externa, problema que queda en manos de López. En esta forma, le toca a López afrontar negociaciones con Estados Unidos sobre tres puntos neurálgicos que comprometen el futuro del país: una legislación petrolera, el convenio de comercio y la deuda externa.
López Pumarejo ha sido presentado por toda la literatura histórica liberal y de izquierda como representante de la burguesía nacional progresista(67). Inclusive, el partido comunista formó en 1936 un Frente Popular Antiimperialista sobre la base del apoyo a López (68). Los hechos son contrarios totalmente a esta visión apologética del liberalismo de la época de López. López jamás tuvo una posición antiimperialista, ni defendió la industria nacional, ni adelantó las medidas que hubiera podido exigir la revolución democrática. Todo lo contrario. López modificó la legislación petrolera existente ante la presión de las compañías norteamericanas que controlaban la explotación de petróleo. Mediante la Ley 160 de 1936 López concedió mayores garantías a la inversión imperialista en el petróleo, estableció bases más firmes para los contratos con el objeto de dar mayores seguridades a la compañías inversionistas, modificó los requisitos para desarrollar tierras en manos de intereses privados en favor de la Texas, redujo los impuestos a las propiedades privadas de exploración, liberalizó los requisitos de las regalías favorables a los inversionistas norteamericanos, redujo las regalías para la producción de petróleo crudo con destino a exportación, declaró de utilidad pública las empresas petroleras para impedir los movimientos reivindicativos de los obreros, evadió el establecimiento de una empresa estatal colombiana para refinar el petróleo (69). López fue mucho más generoso con las compañías norteamericanas de lo que había sido Olaya, reconocido por el gobierno de los Estados Unidos como su amigo íntimo. En este sentido, lo que López hizo fue establecer reglas de juego precisas y modernas, garantizándole a los inversionistas norteamericanos todas las ventajas, pero fijando normas precisas a las que pudieran atenerse sin temores de ninguna especie. Por otra parte, en lo referente a la negociación de las relaciones comerciales, el tratado que López firma y cuya aprobación logra en el Congreso, concede, como hemos visto, todas las ventajas a los Estados Unidos, desprotegiendo la incipiente industria nacional en todos los campos, principalmente en confecciones, alimentos y otros renglones que comenzaban a desarrollarse o que tenían posibilidad de desarrollarse con inversión nacional (70). En ese momento el proteccionismo aduanero era una necesidad de la economía nacional en defensa de la industria. López entrega el comercio a las importaciones norteamericanas. El Tratado de Comercio de 1935 es un golpe a la industria nacional. El mercado colombiano fue inundado de productos norteamericanos y la importación de productos estipulados en la liberación de impuestos de aduana subió de 1935 a 1936 en un 102.0%. Punto aparte merece el golpe a la producción de tabaco, algodón, papa y otros productos agrícolas afectados por el Tratado, concesión hecha ante la presión norteamericana ahogada por los excedentes en estos renglones.
Frente al endeudamiento externo, López accede a renegociar con los Estados Unidos y a conceder las ventajas necesarias, aconsejado por su Contralor General Lleras Restrepo. Solamente la falta de apoyo en el Congreso, tomado por los santistas, en oposición a López, le impide llegar a términos concretos en este aspecto. Sin embargo, el embajador norteamericano informa a Washington que López está listo para aceptar un acuerdo, siempre y cuando se aísle del contexto político que vivía el país en ese momento, para no quedar públicamente comprometido. En realidad, López coincidía con el gobierno norteamericano en que era imposible seguir endeudándose mientras no se arreglara el pago de la deuda existente desde 1928 y no se dieran las reformas en el campo financiero, constitucional y laboral exigidas por la modernización del país (71). Roosevelt estaba contra el exceso de crédito al exterior, porque esto llevaba a conflictos políticos internacionales graves. Su Secretario de Estado, Morgenthau, por ejemplo, había amenazado al gobierno colombiano con tomar medidas semejantes a las que Estados Unidos había tomado en Centroamérica, si no se atendía el pago de la deuda externa. El senador Johnson había obtenido una ley impidiendo nuevos créditos a los países que no hubieran pagado la deuda existente. El relativo poco endeudamiento de López con Estados Unidos no proviene de su política antiimperialista, sino de la política del gobierno norteamericano de no extender más la deuda y a la decisión de los banqueros de ese país de no prestarle más dólares mientras no obtuviera del Congreso una aprobación de su acuerdo de renegociación. La táctica de López es igual a la de Roosevelt, presentarse demagógicamente como reformador social para neutralizar una izquierda ascendente, grandemente influida por la revolución rusa y su influencia en el mundo, con la diferencia de que Roosevelt opera para dominar el mundo y López para darle campo a la dominación. Randall ofrece este juicio sobre López: "Enfrentado a una gran depresión económica y a un creciente radicalismo político y económico del movimiento obrero, López viró hacia la izquierda en una forma muy semejante a como lo hizo Roosevelt. El programa doméstico de López tuvo un tono socialista, pero sus objetivos fueron no menos burgueses y capitalistas que el modelo americano hacia el cual siempre se volvió como guía" (72). López no tiene el estilo de Olaya ni de Santos de operar abiertamente en favor del imperialismo, como Franklin D. Roosevelt no posee la misma estrategia imperialista de Theodore Roosevelt, pero la eficacia de la nueva táctica y del nuevo estilo obtuvo mejores resultados.
El verdadero cambio de la historia colombiana entre el siglo XIX y el siglo XX se realiza en este período, durante el cual se define el carácter de nuestra historia contemporánea, el cambio del período de la revolución democrática al de la dominación imperialista. Los gobiernos conservadores son tan responsables como los gobiernos liberales. Pero son los gobiernos liberales de Olaya y López los que ponen a funcionar el país más en acorde con las necesidades del imperialismo. Jorge Villegas dice en su libro sobre el petróleo en un juicio de Olaya: "Apenas llevaba cuatro años el liberalismo en el poder, después de 45 años de oposición, y en tan breve periodo superó al conservatismo en su política de entrega de la soberanía nacional al imperialismo norteamericano. Fue más grande su delito de alta traición que el cometido por los gobiernos de Marco Fidel Suárez y Pedro Nel Ospina" (73). Y a continuación cita al panfletista antioqueño liberal Femando González: "La repugnancia que debemos sentir por los gobiernos colombianos, muy especialmente por los gobiernos de Olaya y López. Llamo a la juventud... a la oposición. Es preciso hacer una terrible oposición, porque hemos sido engañados. Vivimos cuarenta años de anhelos, luchando para que hubiera un cambio, peleando con los gobiernos conservadores, y hemos sido engañados" (74). La dominación imperialista que se efectúa siguiendo procesos económicos y no en respuesta a una peculiar maldad de los actores políticos, tal como lo señalamos anteriormente en la teoría de Lenin, se estableció en Colombia en una relación directa con el Estado, a través de todo el proceso seguido por el endeudamiento con Estados Unidos. Se debió, pues, esencialmente, a la inversión indirecta más que a la inversión directa. La inversión directa en industria, distinta del petróleo, no llegó nunca al 10% del total antes de 1950 y casi el 80% de todas las inversiones de 1920 a 1940 fueron inversión indirecta a través del Estado (75). Le resultaba al imperialismo muy difícil, dadas las condiciones internacionales de esta época, obtener los beneficios que necesitaba sin una industria que le diera garantías y sin un sistema financiero privado o público medianamente desarrollado. La inversión directa en industria no viene a ser importante sino después de 1950 cuando se convierte, después del petróleo, en el segundo renglón de toda la inversión imperialista. Por esta razón el imperialismo norteamericano permite el desarrollo de la industria nacional con relativa libertad hasta el momento en que se vuelve rentable, después de la segunda guerra mundial, cuando precisamente los grandes monopolios imperialistas, o bien se trasladan al país en el programa de substitución de importaciones, o bien se toman las débiles industrias nacionales (76). Tanto el petróleo como el banano fueron enclaves muy aislados que no tuvieron, excepto hasta después de la segunda guerra mundial, una influencia importante en la economía del país. En 1922 Colombia no cuenta con más de dos mil quinientos automóviles (77). El petróleo era una industria de exportación cuyas ganancias eran obtenidas y exportadas por las compañías norteamericanas. El centro de la economía para la inversión imperialista era el Estado. De ahí que el Estado se convirtiera en el objetivo de las reformas pretendidas por Estados Unidos y auspiciadas por los gobiernos liberales. Sólo en esta forma puede entenderse la política proimperialista de un Alfonso López Pumarejo cuyo programa de gobierno se reduce al acondicionamiento del Estado para responder a los intereses del imperialismo. Lo esencial es entender que la orientación de López y de los modernizantes liberales coincide plenamente con lo que proponían y siguen proponiendo los teóricos imperialistas sobre la modernización del Estado y de la economía, reformas que impulsan y han impulsado los gobiernos norteamericanos. La modernización del Estado y de la economía, sin las reformas de la revolución democrática, que ni López ni ningún otro gobierno liberal o conservador ha acometido, es la política que necesita el imperialismo para la exportación del capital y para su rentabilidad. El cambio que siempre han propuesto los imperialistas y que han sistematizado los economistas y sociólogos del imperialismo, es el que le sirve a sus intereses y en último término, siempre ha sido justificado en esa forma.
6. El desarrollo del capitalismo imperialista en el país
De esta política de "modernización" impuesta por Estados Unidos a través de su poder financiero, de la incapacidad del gobierno colombiano para pagar la deuda y de la plena aceptación por parte de la oligarquía liberal y conservadora colombiana de la estrategia imperialista, se ha seguido la preservación del subdesarrollo del país, no en las condiciones de un país feudal como era Colombia a finales del siglo XIX, sino en condiciones de un país semifeudal, en donde el capitalismo se ha desarrollado sobre la base del mantenimiento de todo el régimen terrateniente y en donde se ha abierto campo a una economía en donde el control lo ejerce el capitalismo imperialista. La dominación norteamericana, entroncada siempre a su fuente de control, el capital financiero y la exportación de capital, ha contribuido a establecer una economía con tres características principales derivadas directamente de la estrategia modernizante por endeudamiento: 1) Una economía de capitalismo de Estado que no puede prescindir del capital financiero internacional; 2) una economía controlada por grandes grupos financieros; 3) una economía industrial monopolista. Examinaremos rápidamente cada uno de estos tres aspectos.
El crecimiento del poder económico del Estado colombiano y su papel siempre creciente en la inversión y en el control de la economía es un hecho fácilmente perceptible. Los principales renglones de la producción industrial como el petróleo, el acero, la petroquímica, la industria automotriz, la minería, o bien están totalmente en manos del Estado o fuertemente asociados con los organismos financieros del país. La inversión directa del Estado en la economía es un factor dominante en la economía colombiana. Este es un proceso que se acelera en el país después de 1950. Sólo en 1968, por ejemplo, el Instituto de Fomento Industrial (IFI) poseía acciones que representaban el 45% de las de todas las corporaciones financieras del país y el 53 % de su inversión total, contaba con inversiones en 43 empresas y aquellas en las que el IFI tenía mayoría, representaban el 7% de toda la industria manufacturera. En 1978, las corporaciones financieras estatales o semi-estatales contaban con el 57% del capital y el 40% de los activos totales. Un balance de los últimos diez años muestra que el crecimiento de los bancos estatales o semi-estatales ha sido más rápido que el de los bancos privados. Esto sin tener en cuenta a la Federación Nacional de Cafeteros que pasa por ser una entidad privada pero que es una institución financiera de carácter mixto, la mayoría de cuyos ingresos provienen de los impuestos estatales que ella administra, invierte y distribuye, principalmente a través del Fondo Nacional del Café. De 1968 a 1972, la tasa de crecimiento de capital en los bancos públicos fue de 207%, mientras en los privados fue de 185%; los depósitos crecieron un 273% y un 194% respectivamente; los préstamos crecieron un 204% contra un 163%. Y así sucesivamente. El punto fundamental sobre el capitalismo de Estado en Colombia radica en el hecho de que este sistema llega a ser el centro de la importación de capital y de la distribución en toda la economía de los recursos del endeudamiento externo. Por esta razón se convierte en el aspecto más importante de las reformas constitucionales de 1936 y 1968, llevadas a cabo por López Pumarejo y Lleras Restrepo. De hecho, en toda la economía de los recursos del endeudamiento externo, siempre lo ha sido así, desde los años veinte, tal como lo hemos visto, pero con la diferencia de que en ese entonces no existía un sistema institucionalizado que permitiera ni esta centralización ni esta distribución que hoy reina. Los fondos de recursos externos llegan de las organizaciones financieras internacionales y de los países imperialistas al gobierno colombiano que los canaliza a través del Banco de la República y de los Institutos Descentralizados. El Banco de la República distribuye por medio de programas de desarrollo, fondos especiales de crédito de todo tipo a los Fondos de Inversión, al IFI, a los bancos privados y a las empresas del Estado, privadas y mixtas. Los Institutos Descentralizados canalizan estos recursos en programas de educación, desarrollo urbano, transporte, programas de desarrollo agrario y otros del mismo estilo.
Esta estructura es uno de los resultados más concretos de todo el proceso de endeudamiento externo, consignado en todos los programas de las misiones imperialistas llegadas a Colombia y de todos los programas norteamericanos para América Latina, llámense Misión del Banco Mundial (1950), Alianza para el Progreso (1960), Misión de la OIT (1969), Misión de Economía y Humanismo (1956), CEPAL, Misión Musgrave, o Fondo Monetario Internacional. No es extraño que, pasada la crisis de 1930 a 1940 con los prestamistas norteamericanos, y superada la segunda guerra mundial, la inversión directa e indirecta haya afluido en grandes sumas al país. De 1965 a 1973 por ejemplo, la deuda externa del país creció de quinientos millones de dólares a dos mil millones de dólares y de ese año a 1976 subió a cuatro mil millones de dólares. Pero el servicio de la deuda externa creció aún más rápido, de 100 millones en 1969 a 190 millones en 1973, alcanzando un 17.4% de crecimiento anual en un período de cuatro años. Por otra parte, la deuda externa proveniente de los bancos privados extranjeros creció hasta 42 millones de dólares en 1973 y el servicio de esta deuda alcanzó la suma de 130 millones. En 1973, el servicio de la deuda alcanzó la suma de 130 millones. Sólo en ese año, el servicio de la deuda externa pública y privada de 320 millones de dólares representó el 26% de todas las divisas obtenidas en ese año. En 1977 el gobierno colombiano obtuvo préstamos por valor de mil millones de dólares y de setecientos setenta para 1978. No hay programa alguno gubernamental que no tenga en una forma u otra capital imperialista, bien sea a través de los organismos financieros internacionales, de los bancos privados de los países imperialistas o directamente de los gobiernos. Estos préstamos siguen exigiendo el mismo tipo de reformas. En 1930 el First National City Bank exigía un presupuesto equilibrado, la reforma de los sistemas de impuestos y de finanzas del Estado.
En 1974 el Banco Mundial demandaba las reformas que puso en marcha lo que el gobierno de López Michelsen llamó "la emergencia económica" y los agentes del banco denominaron un programa "de estabilización" consistente en un presupuesto equilibrado, reforma del sistema de impuestos, eliminación del control de precios y reducción de los subsidios concedidos por el Estado (78). En resumen, el capital financiero internacional, por intermedio del Estado, ha establecido en Colombia un poder financiero de capitalismo de Estado que se irriga por toda la economía y pone a funcionar toda la sociedad alrededor de reformas orientadas primordialmente a garantizar tanto el pago de la deuda como nuevas importaciones de capital. Sería conveniente una investigación cuidadosa sobre este punto crucial: ¿cuáles son los problemas fundamentales del desarrollo que ha resuelto Colombia con el endeudamiento externo y con la gran inversión de capital durante los últimos sesenta años? Una cosa es cierta, Colombia no ha salido del subdesarrollo y no tiene esperanzas inmediatas de salir de él. ¿No se ha distanciado más Colombia de Estados Unidos, por ejemplo, de lo que estaba al comienzo de la estrategia de "modernización" auspiciada por el imperialismo, pedida y aceptada por el partido liberal y el partido conservador?
La formidable penetración de capital financiero desde 1920 hasta hoy y su irrigación por toda la economía, acumulando más y más capital, sobre todo, por medio del interés, ha generado en el país todo el sector que gira alrededor de las finanzas y que era desconocido en Colombia, antes de la década del veinte. Este sector financiero es el que hoy controla la economía colombiana en asocio con el capitalismo de Estado, del cual ha provenido y del que es su sostén. El poder del capital financiero ha desarrollado una concentración extrema en las esferas de la Banca, de los seguros, de los fondos de inversión, y en la producción industrial y agrícola. La base de esta concentración son los gigantescos grupos financieros que se dividen la economía del país o, por lo menos, sus sectores más rentables y productivos. Cada grupo financiero está compuesto por uno o varios bancos, por compañías de seguro de diferente tipo, por fondos de inversión, corporaciones de ahorro y vivienda y otras instituciones de tipo financiero. El crecimiento del sector financiero en el conjunto de la economía puede medirse en diferente forma. Basten estos datos. De 1965 a 1975 las transacciones financieras crecieron en 164%. Mientras el sector agropecuario, industrial y de transportes crecieron a un promedio del 6% anual, el sector financiero creció a un 10.7%, pero su incremento total en este período fue el doble del de los demás sectores de la economía (79). Cada uno de los grupos financieros posee una gran diversidad de conexiones con el capital financiero internacional, con los bancos norteamericanos y con las agencias prestamistas internacionales. El Banco del Comercio es controlado por el Chase Manhattan Bank y tiene influencia del Deutsche Sudamerikanische. El Banco de Bogotá es controlado por el First National City Bank Overseas Corporation a través de la Corporación Financiera Colombiana, del Banco Mundial y del Manufactures Hanover Trust. El Banco de Colombia puede llegar a estar controlado por el Banco Francés Colombiano gracias al 20% de las acciones que le pertenecen. En realidad, el 38% de los recursos totales del sector financiero en 1976 provenían de crédito externo (80). Esta ha sido la consecuencia de que las medidas económicas, principalmente de los gobiernos del Frente Nacional, los programas y planes de desarrollo económico, las reformas exigidas, en especial, por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Agencia Internacional para el Desarrollo y la Alianza para el Progreso hayan beneficiado a este sector financiero más que a ningún otro sector de la economía. El Plan de Desarrollo llamado Las Cuatro Estrategias ha sido quizás el ejemplo más dramático de un programa de desarrollo exclusivamente ideado para fortalecer al máximo la concentración del capital financiero sobre el fortalecimiento de un renglón de la economía como es la construcción, pero que estaba dirigido a desarrollar todo un programa de inversiones financieras en las Corporaciones de Ahorro y Vivienda. El plan de las "Cuatro Estrategias" pone en ejecución una teoría imperialista del desarrollo ideada por el primer agente del Banco Mundial en Colombia Mr. Lauchlin Currie, premiada por los organismos financieros internacionales.
El sector financiero de la economía colombiana no es el resultado de lo que Lenin llama la "sobreabundancia de capital", o sea, de un largo proceso de acumulación de capital, de un gran desarrollo del comercio interior y de una madurez excesiva del desarrollo capitalista. El fortalecimiento y desarrollo de los grupos financieros, inmensamente concentrados y poderosos, es el producto de las grandes sumas de capital imperialista a través del endeudamiento externo. Si el desarrollo del capital financiero en Colombia fuera el producto de su gigantesco desarrollo interno, este país sería un país imperialista como cualquiera de los países del mundo en donde predomina el capital financiero producido por la acumulación interna. ¿Qué ha hecho el país con los ochenta y dos mil millones de pesos, o para ponerlo en términos constantes, dos mil millones de dólares largos que le ha prestado el Banco Mundial, desde 1949, de los cuales sólo ha amortizado cuatrocientos treinta? ¿Dónde están los mil quinientos ochenta y dos millones de dólares? (81). El cáncer que corroe sistemáticamente la economía de un país subdesarrollado es el capital financiero, un capital que, según Lenin, es esencialmente improductivo, usurero y parasitario. Una economía que gire alrededor de este capital financiero, no tiene posibilidad de desarrollo. Lo único que hará consistirá en aumentar sin fin las ganancias del capital financiero internacional, sin considerar más allá de lo que tenga relación con sus ganancias, el desarrollo interno del país. Como consecuencia de una economía financiera, la sociedad funciona sobre la base de una gran suma de capital que trabaja exclusivamente con el interés en sus diversas formas. Entonces el capitalismo imperialista genera un sector gigantesco de la economía, en relación a los sectores productivos, separado cada vez más de la producción y cuyo capital es independiente de ella, fenómeno que no es propio del capitalismo sino del imperialismo. Una economía de un país imperialista contrarresta los efectos de este "parasitismo", como lo llama Lenin, con el dominio y el control de otras economías en donde obtiene grandes ganancias, y a donde puede exportar sus contradicciones y sus crisis. Un país subdesarrollado no tiene posibilidades de contrarrestar la crisis, que se vuelve endémica, permanente e irreversible, porque su característica esencial consiste en su escasez de capital. Este carácter de nuestra economía lo llamamos neocolonial y es uno de los dos problemas centrales del país en asocio de la supervivencia y el poder del régimen de explotación terrateniente.
La estructura industrial colombiana es el producto de tres fenómenos distintos. Primero, del desarrollo de una industria nacional entre 1910 y 1945, sin significativa inversión extranjera, sin estructura monopolista y concentrada en bienes de consumo (82). Segundo, de la toma que hacen los grandes monopolios, principalmente norteamericanos, de la industria más rentable, establecida antes de la segunda guerra mundial. Tercero, de la gran inversión de capital imperialista entre 1950 y 1970, pero sobre todo, entre 1969 y 1970, año en el cual ingresa a Colombia más del 70% de la inversión directa de todo este período (83). El primer fenómeno significa que la industrialización colombiana fue de tipo nacional, es decir, no-monopolista, pero que se benefició de toda la inversión indirecta de capital financiero en los campos de los servicios y de la minería traída al país por el imperialismo norteamericano. El segundo fenómeno quiere decir que el imperialismo norteamericano permitió el desarrollo de la industria nacional, mientras no le era muy rentable y durante un tiempo en que la infraestructura de servicios no había alcanzado todavía los niveles exigidos por sus necesidades de dominación, pero que una vez la industria nacional logró un relativo desarrollo y los sectores de servicios y de finanzas habían logrado el grado exigido, los grandes monopolios industriales norteamericanos cayeron sobre ella. Casos muy obvios son los de la industria farmacéutica, de alimentos y del vidrio. El tercer fenómeno significa que no solamente los monopolios imperialistas se tomaron gran parte de la industria nacional, sino que iniciaron su propia producción directa en Colombia siguiendo la estrategia patrocinada por la CEPAL de la "substitución de importaciones", política que benefició ante todo los grandes monopolios de los países imperialistas. El resultado de estos tres fenómenos ha sido el de el surgimiento de una industria inmensamente concentrada y controlada por el imperialismo, bien sea a través de la inversión directa, bien sea a través del capital financiero. De las cien empresas más grandes del país, 34 son extranjeras, y el 51% de su capital proviene de sus casas matrices. Estas compañías representan más del 36% de la producción industrial del país (84). Lo más importante es que el 81.5% de las compañías extranjeras se concentra en la producción de bienes intermedios, sector que queda completamente controlado por el imperialismo. Este hecho proviene de que es el sector más rentable y más dinámico de la industria colombiana y tiene un alto grado de concentración (85). El sector de la producción de bienes intermedios representa el 99% de la producción industrial del país. Es allí donde se concentra el capital imperialista y el capital monopolista colombiano. En el sector de la industria química y metalmecánica el control imperialista llega al sesenta y sesenta y cinco por ciento (86).
Un estudio elaborado por la Superintendencia de Sociedades demuestra que la industria colombiana no controlada directamente por el capital extranjero, ha venido organizándose desde la década del sesenta en grandes conglomerados y superconglomerados con dominio cada vez más grande sobre un número crecido de sociedades. Estos conglomerados, entre los cuales figuran el de Bavaria, Coltejer, Postobón, Cementos Argos, Avianca y otros, lograron el 20% de la producción total del país (87). Esto significa que entre 34 monopolios extranjeros y 20 conglomerados colombianos controlan casi el 60% de la producción industrial colombiana. Pero además la concentración por sectores resulta impresionante (88). El conglomerado Bavaria representó en 1975 el 58.8% de toda la producción de bebidas; Coltabaco, el 77.5% de la producción de la industria del tabaco; cuatro conglomerados de textiles el 32.4% de ese renglón; dos conglomerados de productos de vidrio el 74% (a su vez controlados por Bavaria y Postobón); entre Cementos Samper, Cementos Argos y Eternit obtuvieron el 65.8% de toda la producción de minerales no metálicos. Pero si se examina el control interno de estos conglomerados se encuentran estos rasgos: a) una gran concentración del poder en pocos accionistas, b) una íntima conexión con el capital financiero imperialista, c) una expansión hacia la formación de un conglomerado vertical y horizontal cada vez más extenso. Por ejemplo, en Coltejer, el 8.1 % de los accionistas poseían el 77% de las acciones (89). Y en el total de los conglomerados, el 1% de los accionistas poseían casi el 70% de las acciones (90). Ahora bien, la conexión con el capital financiero es íntima, a través de las corporaciones financieras, las compañías de seguros y los Fondos de Inversión. Por ejemplo, la Compañía Suramericana de Seguros posee intereses en los conglomerados Coltejer, Postobón, Cementos Argos, Coltabaco, Fabrícalo, Tejicóndor lo cual significa que ella sola posee el control del 38.9% del capital de los conglomerados. Pero el superconglomerado Bavaria posee poder sobre 72 empresas directamente y sobre muchas más a través del control que ejerce sobre un conglomerado Colinsa que tiene inversiones en más de dieciocho empresas financieras (91). Toda esta conexión entre los monopolios industriales y el sector financiero, sin tener en cuenta el crédito, liga los monopolios colombianos al capital financiero internacional y lo hace depender para su subsistencia del endeudamiento externo.
A principios del siglo XX Colombia era un país sin vías de comunicación, sin servicios de agua, luz y alcantarillado, sin industria, sin un sector financiero en la economía, sin un sistema de transporte establecido. La revolución democrática y la lucha por consolidarla a través del siglo XIX habían fracasado. Las fuerzas que siempre estuvieron contra ella y las que la traicionaron en las dos últimas décadas del siglo, impidieron que se diera el desarrollo del capitalismo sobre bases nacionales. Fue el imperialismo el que se apoderó de ese proceso entre 1910 y 1940, le dio su carácter de dominación imperialista y estructuró una economía que dejaría intacto el régimen terrateniente e impulsaría el fortalecimiento y predominio del sector financiero sobre una industria altamente monopolizada, rasgos de la estructura económica colombiana, íntimamente ligados. Después de setenta anos de "modernización" por endeudamiento externo, el régimen de monopolio terrateniente en el campo, con una agricultura atrasada, ineficiente, en permanente retroceso ante las necesidades de alimentación de la población, con un minifundio persistente, con millones y millones de hectáreas sin cultivo, con toda clase de formas atrasadas de producción desde las más primitivas hasta las en vía de transición hacia formas capitalistas, no solamente se mantiene a pesar de la transformación de toda la economía, sino que mantiene su poder político incólume y se erige como obstáculo gigantesco al desarrollo de las fuerzas productivas en el país. El imperialismo se ha lucrado en infinidad de formas de este atraso de la agricultura, uno de cuyos aspectos más importantes es el de haber impedido en esta forma que el país desarrolle sus fuerzas económicas, resultado de lo cual habría sido la colisión irreversible con la explotación que ejerce el imperialismo sobre nuestro país. El imperialismo ha mantenido a los terratenientes, ha mantenido el monopolio improductivo de la propiedad de la tierra, se ha apoyado en el poder político de esta clase con un carácter feudal, pero ha sabido, a través del capital financiero, incorporar esa economía a su explotación imperialista, ha puesto los terratenientes a utilizar su capital y ha impulsado en la economía feudal del país lo que Lenin llamó "un desarrollo junker del capitalismo", del que sólo se benefician los terratenientes y, mediante éstos, el imperialismo. Al imperialismo le es necesario en estos países este tipo de desarrollo del capitalismo que no destruye el régimen feudal, pero le permite lucrarse de la utilización que hacen del capital financiero (92). Pero al mismo tiempo que la "modernización" imperialista por vía del endeudamiento externo logró preservar el régimen terrateniente, produjo en Colombia la contradicción entre una economía monopolista de tipo capitalista y otra no-monopolista, o sea, una contradicción generada por el capital monopolista y el no monopolista. Esto quiere decir que el imperialismo, al generar una economía basada en el capitalismo monopolista de Estado, en el sector financiero y en la industria monopolista, dio origen a dos tipos de capitalismo, uno monopolista y otro no-monopolista. Al capitalismo monopolista lo llamamos capitalismo imperialista y al capitalismo no monopolista lo denominamos capitalismo nacional. El capitalismo imperialista es el que tiene su base económica en el endeudamiento externo y que toma la forma de las tres características que hemos señalado en los párrafos anteriores. El capitalismo nacional es el que depende de la pequeña y mediana producción, bien sea industrial o agrícola de tipo capitalista. La contradicción que existe entre estos dos capitalismos radica en la oposición del capital monopolista con el capital no-monopolista, al margen de la conciencia que de esta contradicción posean las clases sociales dueñas de los dos tipos de capital, o sea, independientemente de la conciencia que tenga la gran burguesía burocrática y financiera, por una parte, y la burguesía nacional, por otra.
Lo esencial de todo este análisis es señalar que la "modernización" imperialista no ha modificado el atraso del país. Colombia vive un adelanto artificial, alimentado por el capitalismo imperialista. Las consecuencias de la estructura monopolista para la economía han sido extremadamente graves: a) desde el punto de vista financiero, de producción, de mercado y de tecnología, el capitalismo imperialista no tiene competencia y controla todos los sectores; b) el crecimiento de las fuerzas productivas y del mercado interior ha sido extremadamente lento; la industria colombiana depende casi exclusivamente de divisas para su desarrollo, lo cual significa no poder prescindir del capital imperialista; el desarrollo del sector de bienes intermedios en forma monopolística mantiene el nivel de baja producción y productividad y obstaculiza el desarrollo de los demás sectores de la economía; la economía ha sufrido de una permanente estrechez de mercado que no podrá ser superada supuestamente por la llamada "integración andina" o "integración latinoamericana", basada en el capital imperialista, el cual ha producido estos efectos en cada país y los va a reproducir a nivel continental; el mercado interno no ha logrado el punto fundamental del desarrollo capitalista nacional que radica en el más rápido crecimiento de la producción de bienes de capital, o sea, de capital constante para que se dé el desarrollo progresivo de la división del trabajo; c) la clave de la economía colombiana sigue siendo la agricultura y el capital imperialista no ha hecho sino sacar ventaja del atraso, la opresión y la quiebra de la economía colombiana para apoderarse de sus sectores más dinámicos; d) el consumo, la instalación de las empresas imperialistas en Colombia, el desarrollo del sector financiero, todo esto no ha hecho sino instaurar la explotación de Estados Unidos sobre Colombia, beneficiándose de su mano de obra barata, del bajo precio de la tierra, de sus materias primas y del alto costo del capital. Ha sido y es la realidad de la dominación imperialista.
La interpretación histórica sobre la etapa que vive Colombia en el siglo XX que acabamos de hacer nos lleva a sacar algunas conclusiones fundamentales. Primero, el carácter del siglo XX en Colombia está determinado por la dominación del imperialismo norteamericano sobre nuestra patria, así como el carácter del siglo XIX había sido determinado por la revolución democrática y por la lucha que generó su desarrollo hasta el fracaso definitivo de su culminación después de 1880. Segundo, la dominación imperialista sobre Colombia es un proceso que se inicia con el robo que ejecutan los Estados Unidos del Canal y con la independencia de Panamá, pero que se extiende hasta la década del cincuenta, cuando el imperialismo norteamericano logra un control completo de la economía colombiana mediante un poderoso sistema financiero y estatal. En este proceso el instrumento eficaz para imponer la dominación es el Estado. Por esta razón los esfuerzos del imperialismo norteamericano se encaminan a obtener una rápida "modernización" del Estado, cuyo contenido consiste en la transformación de un Estado de forma burguesa y contenido feudal en un Estado de forma burguesa y de contenido de capitalismo monopolista de Estado. El imperialismo es esencialmente una dominación exterior, de tipo económico, de país a país, de Estado a Estado, y no simplemente la extensión de la explotación capitalista de la plusvalía como lo sugieren las concepciones burguesas y trotskistas. El papel del gobierno y la diplomacia norteamericana en el diseño de una estrategia de dominación y en el apoyo incondicional a los sectores privados que la llevan a cabo, no es sino la muestra palpable del proceso imperialista. Tercero, es el Estado colombiano el que pone en ejecución los planes de construcción de la infraestructura económica y de formación acelerada de una estructura financiera, sin las cuales el imperialismo no puede exportar su capital a Colombia y generar en ella sus ganancias. No todos los atentados contra la soberanía nacional, como el robo del Canal, la toma de la industria petrolera, el enclave bananero de la United Fruit Company, le dieron en 1903 o en 1920 o en 1930 un control completo de la economía al imperialismo. Este control se lo dan el sector financiero, el endeudamiento externo y los planes económicos del Estado. Cuarto, este fenómeno es lo que explica por qué es el partido liberal el que aparece como el sector "modernizante" del Estado y el que impulsa aceleradamente el capitalismo monopolista de Estado, mientras el partido conservador se divide en un sector que decididamente se pone con la "modernización" y otro que no entra sino por la fuerza de los hechos, después de una enconada lucha de casi medio siglo. La lucha entre los partidos liberal y conservador en el siglo XX es una lucha cuyo contenido es completamente diferente a la lucha que estos dos partidos libraron en el siglo pasado. El resultado de la lucha entre ellos ha sido el Frente Nacional, después de que cambiaron de carácter en distintas épocas de este siglo y después de que intentaron formarlo en diferentes oportunidades. Este punto es el que pasamos a examinar a continuación.
NOTAS
(1)Ver, por ejemplo, Jorge Orlando Melo, "La república conservadora", en Colombia hoy, Siglo XXI Editores, Bogotá, 1978; Gerardo Molina, Las ideas liberales en Colombia, 1849-1914; Alberto Lleras, "Aquileo Parra", Escritos Selectos, Instituto Colombiano de Cultura, Bogotá, 1976; Indalecio Liévano Aguirre, Rafael Núñez, Segundo Festival del Libro Colombiano, Bogotá 1960; Nieto Arteta, Economía y cultura en la historia de Colombia, Ediciones Tercer Mundo, Bogotá, 1962.
(2)Ver Álvaro Tirado Mejía, "Colombia: Siglo y medio de bipartidismo", en Colombia hoy. Siglo XXI Editores. Bogotá, 1978; Tirado Mejía, Aspectos sociales dé las guerras civiles en Colombia, Instituto Colombiano de Cultura, Biblioteca Básica Colombiana, Bogotá, 1976.
(3) Tirado Mejía, Aspectos sociales de las guerras civiles en Colombia, p. 28, nota.
(4) Tirado Mejía, "Colombia; Siglo y medio de bipartidismo", op. Cit., p. 115.
(5) Ibid., p. l20.
(6) Tirado Mejía, Ibid.; Marco Fidel Suárez, Sueños de Luciano Pulgar, Editorial Voluntad, Bogotá, 1940, V. II.
(7) Pedro Fermín de Vargas, Pensamientos políticos sobre la agricultura, comercio y minas del Virreynato de Santa Fe de Bogotá y memoria sobre la población del Nuevo Reino de Granada, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 1968. p. 100.
(8) José Ignacio de Pombo, "Informe del Real Consulado de Cartagena de Indias a la Suprema Junta Provincial de la misma", en Sergio Elías Ortiz (recopilador), Escritos de dos economistas coloniales, Publicaciones del Banco de la República, Bogotá, 1965, p. 138.
(9) Antonio Nariño, Ensayo sobre el nuevo plan de administración en el Nuevo Reino de Granada, Ministerio de Trabajo, Bogotá, 1960.
(10) Ver Eduardo Peña Consuegra, El origen de la burguesía en Colombia, Ediciones Los Comuneros, Bogotá, 1976, Cap. V.
(11) Lenin, "Carlos Marx", en Marx, Engels, Marxismo, Editorial Progreso, Moscú, 1967, p.21.
(12) Ver Melo, op. cit.; Kalmanovitz, La transición según McGreevy: una posición alternativa, mimeógrafo; Darío Bustamante, "Efectos del papel moneda durante la Regeneración", Cuadernos Colombianos, MedelIín, No.4.
(13) Foción Soto, Memorias sobre el movimiento de resistencia a la dictadura de Rafael Núñez, 1884-1885, Arboleda y Valencia, Bogotá. 1913. p. 27. Dice Soto-."...las autoridades colombianas nuñistas auxiliaron y apoyaron este inaudito atentado contra nuestra soberanía y más tarde el gobierno del doctor Núñez dio las gracias por él al de los Estados Unidos. Pero cuando la historia haya de pronunciar su fallo ineludible sobre el doctor Núñez, acaso lo absuelva de su insaciable ambición, del peculado, de la corrupción establecida por sistema con el nombre de apaciguamiento, del odio que profesa a todo hombre digno y honrado; pero nunca lo absolverá de la infamia con que ha cubierto a la nación, mendigando el apoyo extranjero para levantar la horca, proscrita en este país desde el tiempo de la Colonia y detestada por la civilización moderna". (14) Rafael Uribe Uribe, Discursos parlamentarios. Congreso de 1896, Imprenta y Librería de Medardo Rivas, Bogotá, 1897.
(15) Liévano Aguirre se convirtió en el paladín de las causas perdidas en la historia de Colombia. Así como defiende a Bolívar en sus posiciones francamente probritánicas, es el resucitador del espíritu autoritario de un Núñez. En esta forma es un verdadero Ideólogo del nuevo liberalismo del siglo XX, el cual le permite ponerse en contra de toda la causa de la revolución democrática, renegar de lo que ella representó en el siglo XIX y servir de modelo a todos los historiadores que pretenden ser marxistas y que repiten las tesis reaccionarias de Liévano. En el caso del "monroísmo", Liévano sale en defensa del colonialismo británico, de la reacción representada en la Santa Alianza y opuesta a Estados Unidos, país que, en el momento de enunciarse la doctrina Monroe, estaba en las mismas condiciones que los países latinoamericanos. Ver Indalecio Liévano Aguirre, Bolivarismo y monroismo, Editorial Revista Colombiana Uda., Bogotá, 1969, Cap. III. Ver Gordon Connell-Smith. The United States and Latin America. An Historical Analysis of Inter-American Relations, Heinemann Educational Books, London, 1874, principalmente Caps. 2 y 3.
(16) Ver en Nieto Arteta, Economía y cultura en la historia de Colombia, Ediciones Tercer Mundo, pp. 359-361 y en Luis Ospina Vásquez, Industria y protección en Colombia, Editorial Santa Fe, Medellin, pp. 215 y 244, los datos sobre comercio exterior durante el siglo XIX. Ver Aníbal Galindo, "Historia del la deuda extranjera", Estudios económicos y fiscales, Anif-Colcultura, Bogotá, 1978. Para las relaciones de Estados Unidos e Inglaterra con América Latina, ver J. Fred Rippy, La rivalidad entre Estados Unidos y Gran Bretaña por América Latina (1808-1830), Eudeba, Buenos Aires, 1967. La tesis de que Colombia siempre ha sido "dependiente" no tiene piso teórico ni empírico en el marxismo. Es más bien el fruto de posiciones románticas sobre la historia de Colombia en el siglo XIX, auspiciadas principalmente por autores de la "nueva historia", influidas por los "dependentistas" latinoamericanos, y que están orientadas a desvirtuar el proceso de la revolución democrática en Colombia y a absolver de responsabilidad al partido liberal en este proceso. Los responsables, de acuerdo a esta teoría, del atraso del país no serían ni los liberales, en cuyas manos estaba el proceso de la revolución democrática, ni los conservadores, que siempre se opusieron a él, sino el pretendido imperialismo inglés, a través del intercambio desigual. No puede atribuírsele al intercambio comercial, por desigual que haya sido, el poder de controlar una economía, a no ser que cuente con el apoyo de la fuerza militar o del capital financiero. Durante el siglo XIX no hubo invasión militar ni toma política por parte de Inglaterra ni de ninguna otra potencia extranjera. Y, por otra parte, el capital financiero, así fuera incipiente, no contó con la fuerza suficiente para imponer su tipo de dominación indirecta. La deuda colombiana del siglo pasado con Inglaterra difiere, por su carácter y por la naturaleza del capital, completamente, del endeudamiento que inicia el país desde 1922 y que se viene incrementando constantemente desde entonces. No puede hablarse de capital financiero en Colombia sino hasta la época de la llamada "danza de los millones" en adelante. En este sentido resulta incongruente, por decir lo menos, que Darío Bustamante hable de capital financiero durante la "Regeneración". Op. cit., pp. 576 y ss.
(17) Enrique Olaya Herrera, "Una independencia que peligra", en Oradores liberales, Selección Samper Ortega, Editorial Minerva, Bogotá, 1937, p. 223,
(18) Ibid., p.206.
(19) Stephen J. Randall, The Diplomacy of Modernization: Colombian-American Relations, 1920-1940. University of Toronto Press, Toronto y Buffalo, 1976, pp. 5-8. Este libro nos servirá de fuente principal para el análisis del comienzo de la dominación imperialista en Colombia. El detallado recuento de las relaciones colombo-norteamericanas supera el de cualquier otro libro escrito al respecto.
(20) Lenin, "Reunión de los funcionarios del Partido de Moscú: Informe sobre la actitud del proletariado ante la democracia pequeño-burguesa". Obras Completas, t. XXVIII,
(21) Ráhdall, op. cit., pág. 7.
(22)"La política del buen vecino", en Obras Selectas, Cámara de Representantes, Bogotá, 1979, pág. 86; ver Randall. op. cit., pág. 36.
(23) Eduardo Santos, "El liberalismo y el pueblo", El Tiempo, 15 de diciembre de 1928.
(24) Carta de Alfonso López a Nemesio Camacho, abril 25 de 1928, en Alfonso Romero Aguirre, Ayer, hoy y mañana del liberalismo colombiano, Editorial ABC, Bogotá, 1972. pág. 341-343. Ver texto completo en la Tercera Parte de este libro.
(25) Randall, op. cit., págs- 7-10 y passim. Dice Randall: "Los objetivos del embajador Caffery representaban uno de los blancos vitales del Departamento de Estado en los años de Hoover-Roosevelt: un ambiente en América Latina favorable a la inversión norteamericana y una comunidad inversionista sensible a las condiciones locales", op. cit., pág.66.
(26) Citas y datos tomados de Jorge Villegas y José Yunis, 1900-1924. Sucesos colombianos, Universidad de Antioquia, CIE, 1976, págs. 30, 39, 98.
(27) Citado por Jorge Sánchez Camacho, Marco Fidel Suárez, biografía, Imprenta del Departamento, Bucaramanga, 1955, pág. 125.
(28) Manuel Monsalve, Colombia: Posesiones presidenciales: 1810-1954, Editorial Iqueima, Bogotá, 1954, pág. 373.
(29) Randall, op. cit., pág. 11 y 56.
(30) Enrique Olaya Herrera, "Conferencia sobre los problemas económicos de Colombia", El Tiempo, 30 de enero de 1930. Ver texto completo en la Antología, Tercera Parte.
(31) Randall, op. cit., pág. 179, nota 42.
(32) Randall, op. cit., pág. 6.
(33) Los datos principales sobre el proceso de negociación del Tratado Reciproco de Comercio están sacados del libro de Randall, op. cit., caps. 1 y 2.
(34) Randall, op. cit., pág. 22.
(35) Ibid.. pág. 35.
(36) Ibid., pág. 48.
(37) "Convenio comercial entre Colombia y los Estados Unidos de América", en Eduardo Guzmán Esponda, Tratados y convenio» de Colombia: 1910-1938,-Imprenta Nacional, Bogotá, 1939.
(38) Randall, op. cit., pág. 54.
(39) "Otra oportunidad que puede perderse", El Diario Nacional, 6 de julio de 1922.
(40) "Frente al progreso", El Espectador, agosto 23 de 1922.
(41) Ibid.
(42) "Veamos de ser claros", El Espectador, agosto 21 de 1922.
(43) "Al doctor Alfonso López", El Espectador, agosto 22 de 1922.
(44) "Ante el capital extranjero". El Diario Nacional, 4 de julio de 1922.
(45) "Editorial", El Diario Nacional, 27 de febrero de 1922.
(46) Ibid.
(47) Ver Randall, op. cit., cpts. 3, 4 y 8
(48) Fred. J. Rippy, El capital norteamericano y la penetración imperialista en Colombia. Editorial La Oveja Negra, Medellín, 1970, págs. 198-201.
(49) Ver el cuadro completo de los empréstitos con todos los datos de destinatario, cantidad, fecha, plazo, interés y objetivo, en Rippy, op. cit., pág. 190.
(50) Ibid., pág. 189.
(51) Cit. por Randall, op. c!t., pág. 62.
(52) Citado por Randall, op. cit., pág. 57.
(53) La misión Kemmerer fue la más importante de una serie de misiones norteamericanas de asesoría económica y financiera que envió Estados Unidos a los países subdesarrollados después de la primera guerra mundial. Sus objetivos fundamentales eran los de consolidar áreas de expansión económica y comercial, asegurarse un abastecimiento de materias primas dentro del consorcio mundial y contrarrestar la influencia de Inglaterra específicamente en América Latina. Este último objetivo era el más importante de los de la misión Kemmerer. En 1913 las inversiones inglesas en la región eran de US$ 531.5 millones y las de Estados Unidos US$ 72 millones. Para 1929 las inversiones inglesas no habían crecido sino un 13.6 por ciento, mientras las norteamericanas habían aumentado un 1241 por ciento. Ver Robert Seidel, "American Reformers Abroad: The Kemmerer Missions in South America, 1923-1931", The Journal of Economlc History, VoL XXXII. No. 2, junio 1972.
(54) Olaya Herrera, op. cit. Era tal la presión de los norteamericanos para lograr las reformas que dieran paso al establecimiento del sector financiero, que el embajador Cafferey cuenta que Kemmerer sugirió a Olaya la expedición de la ley sobre la banca central, aunque contraviniera las disposiciones legales-.Seidel, op. cit., pág. 530.
(55) Max Weber, Economía y sociedad, Fondo de Cultura Económica, México, 1964, 2 volúmenes.
(56)Ver Talcott Parsons, "Introduction", en Max Weber, The Theory of Social and Economic Organization, The Free Press, New York; Talcott Parsons and Edward Shils, Toward a General Theory of Action, Cambridge, Mass., 1951.
(57) W.W. Rostow, The Stages of Economic Growth: A Non-Communist Manifiesto, New York, 1952; ver también, una síntesis en "The Take- off into Selfsustained Growth", en Jason Finkle and Richard Gable, ed., Political Development and Social Change, John Wiley and Sons, Inc., New York, 1966, págs. 233-253.
(58) Max F. Millikan and Donaid L. M. Blackmer, ed., The Emerging Nations: Their Growth and United States Policy, Little Brown and Company. Bostón, 1961, págs. 46-53. Entre los autores del informe están personajes como Ithiel de Sola Pool, Everet Hagen, Lucían W. Pye, Walt W. Rostow, Daniel Lerner. La literatura imperialista norteamericana sobre estos asuntos, desde el punto de vista teórico y aplicado es inmensa, como es de suponer. Me permito citar algunas obras que han determinado la política norteamericana en muchos aspectos. Daniel Lerner, The Passing of Traditional Society, The Free Press, New York, 1958; Everet E. Hagen, On the Theory of Social Change, Homewood, Ill, Doresey Press, 1962; David McClelland, The Achieving Society, Van Nostrand Co., Princeton, 1961; S. Kuznet et. al., Economic Growth: Brazil, India, Japan, Durham, N.C., 1955; Gabriel Almond and James Coleman, The Politics oí the Developing Areas, Princeton, 1960; Lucian W. Pye, Aspects of Political Development, Little Brown, Bostón, 1966; Gabriel Almond and Sidney Verba, The Civic Culture, Princeton University Press, Princeton, 1963; David Apter, The Politics of Modernization, The University of Chicago Press, Chicago, 1965; Bert F. Hoselitz et. al., The Theories of Economic Growth, Free Press, Glencoe, Ill., 1960; Jason L. Finkle and Richard W. Gable, ed., Political Development and Social Change, John Wiley and Sons, Inc, New York, 1966; Kart W. Deutsch, The Nerves of Government: Models of Political Communication and Control, Free Press, Glencoe, Ill., 1963; Joseph La Palombara, ed., Bureaucracy and Political Development, Princeton University Press, Princeton, 1964; Cyril E. Black, The Dynamics of Modernization: A Study in Comparative History, Harper and Row, New York, 1966.
(59) Op. cit., págs. 53-70 y 156-159.
(60) David Apter, The Politics of Modernization, The University of Chicago Press, Chicago, 1967.
(61) Randall, op. cit., pág. 189, nota 2.
(62) Ibid., pág. 61.
(63) Ibid., págs. 63-64.
(64) Ibid., pág. 66.
(65) Ibid., pág. 68.
(66) Ibid., pág. 80. Seria interesante profundizar en las relaciones de Olaya con la United Fruit Company y en las contradicciones que surgieron posteriormente entre la United y Alfonso López Pumarejo. Olaya, por ejemplo, hace un contrato con la United para no modificarle el impuesto sobre el banano de exportación durante un período de veinte años, aun contraviniendo los consejos de su asesor Kemmerer, quien veía en la United una de las pocas fuentes importantes de tributación de la que estaba necesitado el gobierno colombiano para responder por la deuda externa.. Ver Seidel, op. cit., pág. 531.
(67) Ver, por ejemplo, Darío Mesa, Ensayos sobre historia contemporánea de Colombia, págs. 47-48,134-138 y passim, La Carreta, Bogotá, 1977; Mario Arrubla, en Colombia hoy, op. cit.; Ignacio Torres Giraldo, Síntesis de historia política de Colombia, Edit. Margen Izquierdo, Bogotá, 1972; Molina tiene una posición bien curiosa. Su apasionada defensa de López le hace reconocer que no tuvo nada de revolucionario y que lo calumnian quienes lo llamaron socialista y dice: "Lo que le confiere a él jerarquía especial entre los políticos colombianos de esa época fue el no haberse declarado nunca anticomunista". ¿No sería, precisamente, con el objeto de poder neutralizar a los "comunistas" de la época y ponerlos a la cola del partido liberal, como efectivamente lo logró? Ver Molina, Las ideas liberales en Colombia. De 1935 a la iniciación del Frente Nacional, Editorial Tercer Mundo, Bogotá, 1977, pág. 96.
(68) Torres Giraldo, op. cit., pág. 80.
(69) Randall, op. cit., cpt. 5; Jorge Villegas, Petróleo, oligarquía e imperio, Ediciones Tercer Mundo, 3a. edición, Bogotá, 1975, págs. 200-216. Villegas relata el robo de la familia López de 150.000 hectáreas de terrenos petrolíferos, una de las causas que llevaron a López a lograr la ley 160.
(70) Ver texto del Convenio, op. cit.,
(71) En la misma nota ya citada de Bert L. Hunt a Grosvenor Jones, se dice: "La impresión que tuve durante todas las negociaciones fue la de que el detener los préstamos a Colombia prestaría un gran servicio a ambos gobiernos, y creo sinceramente que la publicación de la Circular previno pérdidas futuras a los ciudadanos norteamericanos de varias decenas de millones de dólares y logró ahorrarle al gobierno colombiano un peso mucho mayor de endeudamiento del que actualmente lleva". Citado por Randall, op. cit., pág. 61.
(72) Randall, op. cit., pág. 81. La influencia de Roosevelt en López también la consigna Molina, op. cit.; Lleras Restrepo dice al respecto: "El pensamiento y la acción tanto económica como política y social del presidente Roosevelt debieron tener un influjo muy grande, no sólo en la orientación de la administración Olaya, a partir de 1933, sino también en las de López Pumarejo". Y hace un recuento de los puntos en que López imitó a Roosevelt. Borradores para una historia de la república liberal, Editora Nueva Frontera, Bogotá, 1975, págs. 128-129.
(73) Villegas, op. cit., pág. 187.
(74) Ibid., pág. 188.
(75) Raúl Fernández, The Development of Capitalism in Colombia, manuscrito, Irvine, California, 1978; Rippy, op. cit., pág. 188.
(76) Fernández, op. cit., cpt. IV; ver Oscar Rodríguez, Efectos de la gran depresión sobre la industria colombiana, Ediciones El Tigre de Papel, Bogotá, 1973; Gabriel Poveda Ramos, "Historia de la industria en Colombia", Revista Trimestral, ANDI, No. 11, 1970, págs. 41-55.
(77) Jorge Villegas y José Yunis, op. cit., pág. 429.
(78) Los datos utilizados en esta parte sobre el capitalismo de Estado y el endeudamiento externo del gobierno han sido sacados principalmente de los trabajos de Raúl Fernández, "Imperialist Capitalism in the Third Worid: Theory and Evidence from Colombia", próximo a publicarse en Latín American Perspectives; también del mismo autor, The Domination of Finance Capital in Colombia, manuscrito, University of California, Irvine, 1978; lo mismo, The Development of Capitalism in Colombia, manuscrito, University of California, Irvine, 1978, caps. II y III. Sobre las condiciones del First National City impuestas a Olaya y del Banco Mundial a López Michelsen. Fernández cita a James E. Boyce y Francois J. Lambert, Colombia’s Treatment of Foreign Banks, American Institute for Public Policy Research, Washington, 1976, pág. 21 y a Latín American Economic Report, July, 1975, vol. III, No. 26. Para este problema en su conjunto, pueden consultarse, entre otros, las siguientes publicaciones: José F. Ocampo y Raúl Fernández, "The Andean Pact and State Capitalism in Colombia, Latín American Perspectives, vol. II, No. 3, Fall, 1975; Alvaro Camacho Guizado, Capital extranjero: subdesarrollo colombiano, Punta de Lanza, Bogotá, 1972; Rodrigo Parra Sandoval, La desnacionalización de la industria y los cambios en la estructura ocupacional colombiana, Centro de Estudios sobre el Desarrollo Económico, Unív. de los Andes, Bogotá, 1977; Konrad Matter, Inversiones extranjeras en la economía colombiana, Ediciones Hombre Nuevo, MedeIlin, 1977; James E. Boyce y Francois J. Lombard, Colombia’s Treatment of Foreign Banks, American Instituto for Public Policy Research, Washington, 1976.
(79) ANIF, "Evolución del sector financiero, 1965-1975", Carta Financiera, vol. IV, No. 5, 1977.
(80) ANIF, op. cit.; Fernández, op. cit.
(81) El Tiempo, noviembre 28 de 1978.
(82) Ver la estructura de la industria en esta época en los libros citados de Poveda y Rodríguez.
(83) Raúl Fernández, Imperialist Capitalism In The Ihird Worid...
(84) Ibid.; ver Controversia, Centro de Investigación y Educación Popular, No. 52 y 53.
(85) Fernández, Imperialist Capitalism...
(86) Fernández, Ibid., ver Silva Colmenares, op. cit.,
(87) Superintendencia de Sociedades, Conglomerados de sociedades en Colombia, Editorial Presencia, Bogotá, 1978, pág. 303.
(88) Ibid., pág. 304-306.
(89) Ibid., pág. 47.
(90) Ibid., pág. 313.
(91) Ibid., pág. 105.
(92) Lenin señaló que en Rusia la contradicción en la agricultura consistía en la oposición existente entre la vía "farmer" (americana) y la vía "junker" (prusiana). La burguesía rusa, inconsecuente con su papel de desarrollar el capitalismo, escogió la vía "junker" que favorece a los terratenientes, mantiene la opresión feudal de los campesinos y permite un desarrollo lento del capitalismo. Ver Lenin, "El programa agrario de la social democracia en la primera revolución rusa de 1905 a 1907", cap. 1. Obras completas, LXIII. El imperialismo trata de superar la contradicción que le presenta su necesidad de exportar capital y la de mantener el atraso para impedir la competencia del país neocolonial, impulsando el desarrollo "junker" del capitalismo, único que puede preservar el régimen de explotación terrateniente por un tiempo indefinido, dado el proceso lentísimo del avance capitalista

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